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Aunque la vistan de seda

Si logran arreglar el esperpento de la Jairo Varela, ya es un milagro, convertirla en parque, con árboles, fuentes, flores y desaparecer esa cosa plana, hirviente, e inútil con una trompeta de cobre.

15 de marzo de 2021 Por: Aura Lucía Mera

No nos digamos mentiras. La Avenida Sexta no tiene arreglo. Desde que hace muchos años le dieron ‘el embellecimiento’ a no me acuerdo qué arquitecta o urbanista, ni recuerdo en qué Alcaldía, y se la tiraron para siempre.

Yo disfruté de los ‘sextasos’ y del Dairy Frost. Era la única avenida por la que se podía pasear, no había más. Versalles era uno de los barrios más bellos que tenía Cali, con sus casonas con jardines, el Club Colombia, una joya arquitectónica, donde se iniciaba para terminar en Chipichape. Y si se tenía tiempo, ir hasta Yumbo a comer pandebonos. Una especie de tontódromo social para conocer y dejarse conocer, coquetear y cocacolear.

La Sexta se fue deteriorando con el derrumbe de las casas, del Club, de sus espacios y parqueaderos, para dar paso a edificios horrendos, estaderos de mala muerte, tiendas de dudosa procedencia, baratijas, el esperpento de La 14, construida a borde de anden, bares baratos, licorerías, barandas rojas, antros de estriptis.

Y si a esto le agregamos el tráfico infernal y despelotado, la tala de árboles, la contaminación, pues ya me dirán qué le van a componer. Me pregunto si demolerán todos los edificios, cerrarán los antros, tumbarán el supermercado o qué. ¿Cómo resucitarán un muerto ya carcomido por el tiempo e inexistente? Ojalá la bombardearan, naturalmente evacuando todos los habitantes y transeúntes. Y ni así, porque lo que se destruyó esa armonía, ese garbo. Ese bulevar parroquial jamás resucitara, ni el Cristo de los últimos días ordenándole a Lázaro salir de su tumba.

Me pregunto quién va a pasearse por San Judas. Ni los locos. No se pueden convertir peras en olmos por más urbanistas que intervengan en este ‘embellecimiento’. No se puede estar medio preñado y la Sexta quedo preñada ad aeternum del mal gusto y la depauperización y no puede dar a luz nada mejor.

Eso es lo que hay, una avenida, si se la puede llamar así, donde se reúnen los trancones más absurdos porque no han podido ni siquiera ampliar la entrada a Chipichape, otro monstruo que fue creciendo como un pulpo al que le salen brazos torcidos a cada rato; un laberinto de ladrillo que jamás debió existir.

Si logran arreglar el esperpento de la Jairo Varela, ya es un milagro, convertirla en parque, con árboles, fuentes, flores y desaparecer esa cosa plana, hirviente, e inútil con una trompeta de cobre.

Como decía un torero viejo, arrugado, de boina, puro y dientes amarillos, “Lo que No pue’ ser No, pue’ ser. Y además es imposible”.

Esa platica se puede invertir mejor en zonas verdes en otros sitios. Porque por más que intenten vestir a la Sexta de seda, esperpento se queda.
***
PD. Pregunto, ¿por qué en esta ciudad se queda todo sin terminar? La autopista a Jamundi, a retazos. La salida al mar sin posible redención. La Circunvalar sigue en un ‘cul de sac’ y hay que meterse por el ancianato San Miguel. La entrada y salida de Imbanaco es un acto heroico, además también construido a borde de anden, con la droguería en la calle.

Y así seguimos, comiendo callado, sin reaccionar ante nada. Y una última pregunta de última hora y que no viene al caso. ¿Podrá el antiguo director del Icbf dormir con la conciencia tranquila sabiendo que en su bombardeo murieron jóvenes sin haber estrenado la vida? Espero respuesta algún día; no frases constreñidas de cajón carcomido. ¿Y si hubiera sido su hijo adolescente que estaba en el lugar equivocado?

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