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Surtidor de agua viva

Este proceso tan hermoso y pedagógico es lo que el papa Francisco llama la cultura del encuentro

15 de marzo de 2020 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor Édgar de Jesús García, obispo de Palmira

Ella es una mujer de Sicar, joven, fuerte y hermosa, que con su cántaro se acerca al pozo de Jacob para sacar el agua que va a saciar su sed. Era el medio día. El sol es canicular. Un caminante, cansado, solo, sentado cerca la observa y se acerca para decirle: “Dame de beber”. ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?

Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que dice: dame de beber, tú le habrías pedido y él te habría dado agua viva”. Muy novedosa esta presentación de Jesús como ‘agua viva’.

Me hace recordar a Moisés que golpeó la roca del Horeb, de donde salió agua abundante para saciar la sed del pueblo de Israel mientras caminaba por el desierto. Ex 17, 3-7. Ahora Jesús es el que golpea nuestro corazón para que abramos el grifo de su corazón donde brotan sangre y agua que dan vida.

“El que beba de esta agua, señalando el pozo, vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, señalando su corazón, nunca más tendrá sed. El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Juan 4, 5-42.

La samaritana, llena de curiosidad, descubre que Jesús es un profeta porque hizo patente su manera de vivir. Entonces lo que él propone, por una parte, es imposible, pero por otra parte puede ser posible. Esta sorpresa ante Jesús se aclara cuando él le responde a la mujer que dice esperar el Mesías: “Soy yo el Mesías, el que habla contigo”.

Frente a esta sorpresiva revelación la mujer dejó su cántaro y corrió a Sicar, su pueblo, como misionera de este extraordinario descubrimiento. “Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?”. La sed de Dios comienza a saciar el alma de la samaritana y por eso corre a anunciarlo. Muchos samaritanos de Sicar creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer.

Su testimonio se confirma con creces cuando el pueblo se encontró con Jesús y él se quedó con ellos dos días más. “Ya no creemos por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo”.

Este proceso tan hermoso y pedagógico es lo que el papa Francisco llama la cultura del encuentro, que Jesús ha venido a enseñarnos para una nueva evangelización frente a toda la propuesta de individualismo autorreferencial que se quiere imponer en el mundo.

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