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Salgamos a construir un mundo mejor

Esa es nuestra misión, salir de nuestra quietud llena de indiferencia,

15 de agosto de 2021 Por: Vicky Perea García

Por: monseñor José Soleibe A., obispo (E) de Caldas (Ant.)

El Evangelio de hoy (Lc. 1,39 s), fiesta de la Asunción de la Virgen, coincide con lo que tanto nos está pidiendo el papa Francisco, que seamos: una Iglesia en salida; y es que María, una vez recibida la gran noticia del Ángel y al saber que su prima, ya anciana, estaba en embarazo, no dudó y salió inmediatamente a buscarla y a servirla.

Esa llegada de María dio lugar a un encuentro lleno de amor, de cariño, en donde la presencia de Dios se manifestó en la alegría inmensa del niño en el vientre de su prima Isabel (Lc 1,40). Esa alegría grande será la que nosotros vamos a sentir al servir a los demás, pero a su vez, la gran alegría que va a sentir el hermano necesitado cuando lo buscamos para servirlo con amor.

Se trata en estos versículos del Evangelio de la invitación que el Señor hace a tantas personas de buena voluntad, tranquilas en su fe, porque cumplen con unas prácticas religiosas, pero encerradas en sí mismas, felices, “porque no le hacen mal a nadie”, pero olvidando que también hay un pecado de omisión, al no colaborar en la construcción de un mundo más humano, más justo.

Esa es nuestra misión, salir de nuestra quietud llena de indiferencia, conformes porque “los buenos somos más”; romper con la mediocridad de una falsa tranquilidad, cada vez será más sosa, menos efectiva, que desaparecerá, porque los hijos de las tinieblas nos la quitarán, ellos, que son más astutos que los hijos de la luz.

Quien vive exclusivamente para su bienestar, su dinero, su éxito o seguridad, indiferente al dolor y al sufrimiento del otro, termina viviendo una vida mediocre, estéril: su paso por este mundo no hará la vida más humana. Pero quien se arriesga a vivir en actitud abierta y generosa, difunde vida, irradia alegría, ayuda a vivir. No hay una manera más apasionante de vivir que hacer la vida de los demás más humana y llevadera.

Dios mismo nos dio ejemplo al manifestarnos su amor, tan grande que se hizo hombre para vivir con nosotros (¡se desacomodó!) y dar su vida por nosotros, dejándonos claro que “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn.12,24).

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