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Pecado vs misericordia

Nada más perverso para el corazón humano que creerse no solo puro, integro incontaminado, sino también, con derecho a señalar a los demás

7 de abril de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor José Alejandro Castaño Arbeláez, obispo de Cartago

La parábola del hijo prodigo ampliamente conocida es apenas el preludio de esta profunda y rica enseñanza que nos presenta este domingo V de Cuaresma: la también parábola llamada de ‘La mujer adúltera’. En efecto, aquí se vive todo el drama que ocasiona el pecado, pero más aún, hasta dónde llega la hipocresía humana, la naturaleza justiciera que nace de las entrañas perversas y sofisticadas de quienes se creen o nos creemos puros, incólumes y dechado de todas las virtudes. ¡Nada más perverso para el corazón humano que creerse no solo puro, integro incontaminado, sino también, con derecho a señalar a los demás, a ejercer no solo la justicia rectamente sino con abierta hipocresía las actuaciones que señalan so pretexto de cumplir la ley!

Nadie fuera de Dios es impecable, nadie puede gloriarse de sus virtudes excelsas, nadie puede ser de aquello que exige que su vida completamente lucida y transparente puede ser recompensada, y pagada con abundancia ilimitada; peor aún si quienes así piensan están tan untados del barro de la miseria y del pecado, más que aquellos a quienes ellos señalan y acusan; el evangelio es explícito: “El que de ustedes esté sin pecado que tire la primera piedra”.

Cómo no entender la tragedia de esta ‘pecadora pública, sorprendida en flagrante adulterio’, mientras sus acusadores reclaman el reconocimiento absoluto de todos los derechos a que da lugar su vida enteramente luctuosa, honrada, pulcra y cumplidora de todas las obligaciones religiosas y legales. Según ellos han practicado las virtudes de manera eximia; pero nada mas ajeno al pensamiento de Jesús que es capaz de desenmascarar, sin ningún interrogatorio y solamente con su mirada verdaderamente pulcra y su corazón amoroso las aviesas conductas de esta caterva de acusadores que, al final, son de verdad pecadores y merecedores del castigo que reclaman para esta pobre mujer.

Si solo Dios puede hablar de impecabilidad y solo Él puede otorgar de por si misericordia, el perdón y la conmiseración que regala también a esta mujer; es decir, en esta dramática escena se enfrentan dos miserias extremas: el pecado y la doblez que solo pueden ser superadas por dos realidades también extremas: el perdón y la misericordia. Las primeras son propias de la condición humana, las segundas propiedad exclusiva de Dios.

Dios, que es indefinible, en su Hijo Jesucristo Dios hecho hombre es absolutamente e inmensa misericordia; Él nunca señala ni condena sin más, rechaza el pecado, propone el perdón y otorga la salvación.

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