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Papa Francisco, sembrador de semillas

Indudablemente la presencia del papa Francisco entre los colombianos será una riqueza para nuestra sociedad tan necesitada de un sembrador de buena semilla que contrarreste la mala hierba que también crece en nuestros campos.

23 de julio de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

Indudablemente la presencia del papa Francisco entre los colombianos será una riqueza para nuestra sociedad tan necesitada de un sembrador de buena semilla que contrarreste la mala hierba que también crece en nuestros campos. Precisamente la conferencia episcopal de Colombia ha querido enfatizar en las catequesis preparatorias a la visita del Papa, el verbo ‘sembrar’ como realidad que implica cuidado, dedicación y perseverancia para alcanzar excelentes frutos.

Esta imagen de la siembra es utilizada por Jesús en muchas ocasiones para hacernos entender cuál es su propósito. Como sembrador Él esparce la semilla con generosidad por todos los campos. La semilla es la Palabra de Dios que busca siempre la tierra buena para que produzca frutos abundantes. Mateo 13.

El sembrador es paciente mientras la semilla va creciendo gracias a su propia fuerza, como el grano de mostaza que siendo tan pequeño luego se convierte en el mayor de la huerta y llega a ser un árbol donde los pájaros tienen sus nidos. El sembrador es un hombre de esperanza porque confía en el poder que Dios le ha dado a las semillas.

El sembrador también es realista porque sabe que en el campo aparece la mala hierba sembrada por el enemigo. Sugiere dejarlos crecer juntos hasta la cosecha para no ir a suprimir el trigo por arrancar la mala hierba. Es la paciencia de Dios que no se precipita a juzgar antes de tiempo a los ciudadanos del Reino.

El papa Francisco como vicario de Cristo en la tierra, viene a Colombia para sembrar la semilla del Reino de Dios con su presencia, palabra y gestos de bondad. Queremos que siembre la confianza en nuestras relaciones rotas por las enemistades; siembre paz en nuestras palabras a veces tan hirientes que maltratan la dignidad de nuestros hermanos; siembre bondad en nuestros actos para que Colombia sea una verdadera civilización del amor y no del odio; siembre justicia en nuestras decisiones y le demos a cada uno lo que verdaderamente le corresponde; siembre la alegría del perdón en el encuentro de los enemigos y haya verdadera reconciliación para construir la paz.

“Consideramos, dicen los obispos, que la transformación personal y social de Colombia será posible si la entendemos como una siembra que implica compromiso individual y continuidad en los procesos que construyen sociedades verdaderamente humanas y cristianas”.

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