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Navidad, la gloria de Dios

Siempre me ha sobrecogido el camino humilde que Jesús inició en la pesebrera de Belén. Envuelto en pañales en los brazos de María y José, rodeado de pastores con olor de ovejas, asistido por la mula y el buey que si reconocen a su amo, acompañado por una naturaleza agradecida llena de escarchas y estrellas en el cielo, con un coro de ángeles mostrándonos el cielo en la tierra.

24 de diciembre de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor Édgar de Jesús García Gil, obispo de Palmira

Los poderosos del mundo incluyendo los de nuestro país pretenden consciente o inconscientemente ser como dioses en el manejo de los países, de sus instituciones, de sus empresas y del mundo que los rodea. Es una tentación que está servida en bandeja de plata y ninguno esquiva esta oferta de dominar políticamente el mundo a través de nacionalismos trasnochados, de poseer muchos bienes materiales, y de manipular muchas personas en beneficio de sus propios intereses sin importarles mucho o casi nada el bien común de las personas que están bajo su poder.

Un ejemplo de este brote perverso que todavía hace mucho daño en colombia y en el mundo es el narcotráfico. A propósito, recordemos lo que el papa Francisco dijo en Cartagena: “El drama lacerante de la droga atenta directamente contra la dignidad de la persona humana y va rompiendo progresivamente la imagen que el Creador ha plasmado en nosotros. Condeno con firmeza esta lacra que ha puesto fin a tantas vidas y que es mantenida y sostenida por hombres sin escrúpulos”.

Ante esta pretensión de los hombres por querer ser dioses hoy la Iglesia Católica celebra en todo el mundo la Navidad que es la generosa y humilde disposición de Dios para asumir nuestra humanidad y mostrarnos en la belleza de un niño recién nacido en la pesebrera de los campos de Belén la grandeza de la gloria de Dios como lo cantan los ángeles al pie del pesebre: “Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Lucas 2, 1-14.

Siempre me ha sobrecogido el camino humilde que Jesús inició en la pesebrera de Belén. Envuelto en pañales en los brazos de María y José, rodeado de pastores con olor de ovejas, asistido por la mula y el buey que si reconocen a su amo, acompañado por una naturaleza agradecida llena de escarchas y estrellas en el cielo, con un coro de ángeles mostrándonos el cielo en la tierra.

Este precioso niño es Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios que nace en medio de una familia compuesta por José el joven carpintero de Nazaret, llamado el hombre justo y por María la virgen madre, la esclava del Señor. Es en la familia que Dios se encarna y es llamado con propiedad el Emmanuel, Dios con nosotros.

Es en el portal de Belén donde comienza la auténtica cultura del encuentro. El encuentro de Dios con los hombres. De los hombres con Dios. Es aquí donde comienza una nueva creación. Dios nació para todos. La sagrada familia, los pastores, los aldeanos de Belén, los sabios de oriente, toda la humanidad está integrada en esta propuesta de Dios. Aquí se rompe la oscuridad de la pretensión diabólica del hombre orgulloso y con la luz de Jesús, sol de las naciones, se ilumina el mundo con un nuevo resplandor. ¡Feliz Navidad!

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