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Mirando a Cristo Rey

Nuestra ciudad, que aún refleja tantas heridas del egoísmo humano, incluidos los vandalismos oportunistas y calculados en estos días de protesta pacífica y masiva

24 de noviembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Por: monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía,arzobispo de Cali

“Desde cualquier punto de Cali se divisa, recostada contra la muralla de los Farallones, y sobre su gran pedestal del Cerro de los Cristales, la silueta grandiosa del Jesucristo Rey, con sus brazos extendidos”, relata una crónica sobre el Monumento a Cristo Rey en la capilal del Valle. Esta estatua de 26 metros de altura, encargada por el sacerdote jesuita José María Arteaga al escultor italiano Alideo Tazziolli e inaugurada 66 años atrás (25-10-1953), recoge la experiencia de la fe cristiana en su cimiento y en su incidencia vital: sabernos amados y dejarnos gobernar por el Amor de Cristo Jesús.

La soberanía del Amor, reconocido como Amor Primero y Amor Esponsalicio de nuestra vida, se ha de convertir en “camino, verdad y vida” del existir cotidiano del creyente, en autoridad que dicta y regula nuestra conducta de vida, en “civilización del Amor” que inspira a las sociedades, culturas y a la entera humanidad. Nada ni nadie “podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8,39). Solamente esta “soberanía del Amor” nos permite llamar a Cristo Jesús “Rey nuestro” y proponerlo como “Rey del Universo”, como lo llama la liturgia de este último domingo del Año Litúrgico.

El lenguaje monárquico o teocrático nos pone en el riesgo de sesgar la realidad del Crucificado y Resucitado, que unen el Trono de la Cruz y el Señorío de Jesús en el título de Rey, pero sobre todo en la verdad como lo propio del Reino de Dios. Es esta verdad la que hace surgir la conciencia de sí mismo y del otro, la que nos hace orar con humildad y esperanza, diferenciándonos, como al malhechor crucificado junto a Jesús: “Acuérdate de mí, Jesús, cuando estés en tu reino” (Lucas 23,42). “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”, declara Jesús ante el poder político, personificado en Pilatos (Juan 18,37).

Nuestra ciudad, que aún refleja tantas heridas del egoísmo humano, incluidos los vandalismos oportunistas y calculados en estos días de protesta pacífica y masiva, buscando un cambio ético en lo político y lo social, sepa leer el signo de Cristo Rey, traduciéndolo en una espiritualidad y urbanidad ciudadanas, más allá de credos y de opiniones sobre la imagen que rige la visual elevada de quienes vivamos en Cali.
Vienen a mi mente, para concluir, las palabras del Papa Pío XI, en su encíclica ‘Quas primas’, sobre la fiesta de Cristo Rey, el 11 de diciembre de 1925: “El reinado de Cristo es el remedio contra las fuerzas destructoras de este tiempo”.

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