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Mándame ir a Ti caminando sobre el agua

¿Quién de nosotros no desea caminar seguro, en piso firme, sin tropiezos ni caídas? El pasaje del evangelio de este día nos sorprende con lo que le sucede a Simón Pedro, en una noche oscura de tempestades y vientos contrarios.

13 de agosto de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

¿Quién de nosotros no desea caminar seguro, en piso firme, sin tropiezos ni caídas? El pasaje del evangelio de este día nos sorprende con lo que le sucede a Simón Pedro, en una noche oscura de tempestades y vientos contrarios.

Cuando después de estar navegando casi toda la noche con viento adverso, pues Jesús los había apremiado a subir a la barca y adelantársele, se les presenta caminando sobre el lago y ellos, pensando que era un fantasma, comenzaron a gritar. Para tranquilizarlos, les dijo: “Ánimo, soy Yo, no tengan miedo”. Pero Pedro contestó: “Señor, si eres Tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua”. Él le dijo: “Ven”.

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús pero, al sentir la fuerza del viento, vino el miedo, empezó a hundirse y gritó: “Señor, sálvame”. En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?” En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los otros se postraron ante él, y dijeron: “Realmente eres Hijo de Dios”.

Cuántas dificultades tenemos en la travesía de la vida, en especial cuando estamos en noches del alma con mil dudas, problemas de toda índole, sufrimientos, angustias y desazones. Es allí cuando Jesús suele presentársenos de diferentes maneras aunque no siempre lo reconocemos. Quizás su presencia nos produce miedo porque pensamos que no es real, que no puede ser Él.

Pedro fue arriesgado: bajarse de la barca, su única seguridad en ese momento para caminar sobre el agua, era lo más insólito. Sin embargo, le creyó a Jesús y a pesar del buen resultado al comienzo, ante la fuerza del viento la duda se apoderó de él otra vez y comenzó a hundirse. Ahora sí, con un grito de fe logra que el Señor lo tome de la mano y amainara el viento.

La fe es la certeza de que Dios es amor, y tiene el poder de dar una mano al que se la pida, de salvar y amainar las tempestades de la vida. Para Él todos somos importantes y camina a nuestro lado. Reconocerlo a tiempo y pedirle que nos salve, es lo que producirá un cambio real en nuestra vida y en nuestro alrededor.

Reconozcámoslo como el Hijo de Dios y pidámosle que calme las tempestades de la discordia, la polarización, la deshonestidad y la corrupción que atraviesa el país. Pidamos que nos salve y salve nuestra Nación. Ese grito, no de uno solo sino de una multitud de colombianos logrará lo que las fuerzas humanas no logran. De todos nosotros depende.

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