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La transfiguración de Jesús reaviva la fe

La transfiguración del Señor es la manifestación de la gloria de Dios;...

20 de marzo de 2011 Por: Arquidiócesis de Cali

La transfiguración del Señor es la manifestación de la gloria de Dios; Jesús muestra a los discípulos, por algunos instantes, su gloria, su ser, su origen y su fin. Por un instante les permite vivir el cielo, antes de anunciarles el camino a emprender, la cruz, la muerte y la resurrección. Jesús se transfigura, transforma sus vestidos y les permite ver fugazmente su divinidad.Regularmente en el tiempo de la cuaresma se nos ofrece el texto de la transfiguración del Señor. Experiencia y realidad que alienta la fe y la esperanza de los mismos discípulos. Jesús camina hacia la entrega de su vida; para no desanimar a sus discípulos les hace ver, disfrutar y experimentar la gloria del cielo. Hoy también es necesario que Jesús siga mostrándose y de alguna manera nos permita ver su gloria, la posibilidad del cielo; sobre todo cuando nos hemos hecho a la idea que después de esta vida no sigue nada; que sólo hay una escatología intramundana y que nada debemos esperar; realidades que ponen en jaque la posibilidad de un mundo mejor, más justo, más equitativo, más fraterno y más humano. De un mundo en el que la lucha, el trabajo, la justicia, no son en vano; donde los esfuerzos por poner en práctica en el evangelio, la bondad, la belleza, el amor y la justicia no sean tiempo perdido.Con la transfiguración de Jesús, sabemos quién es él, de dónde viene y para dónde va, estamos seguros en medio de las incertidumbres; sabemos que las cosas no son tan fáciles, que en el camino está la cruz, y al final está Jesús, su gloria, su manifestación definitiva. De esta manera poder ver a Jesús en su gloria fortalece nuestra esperanza porque nos ayuda a descubrir lo que afirmaba San Pablo: “Lo que sufrimos en la vida presente no se puede comparar con la gloria que se manifestará después en nosotros”.Entrar en la transfiguración del Señor invita a consagrar tiempo a la oración, a la contemplación y al silencio, es decir subir al monte Tabor con Jesús, para después continuar con nuestro camino con alegría y con esperanza.Mirar a Cristo transfigurado permite proyectar esta luz divina sobre la vida, los hermanos, la familia y para llegar a la plena seguridad de que con Dios no hay lucha sin victoria, debilidad sin medicina, ni muerte sin resurrección.

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