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La Santísima Trinidad: amor pleno de Dios

No es extraño en ningún católico invocar a Dios y saludarlo con...

3 de junio de 2012 Por: Arquidiócesis de Cali

No es extraño en ningún católico invocar a Dios y saludarlo con la advocación trinitaria: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. En efecto, y a través de la revelación entendemos que Dios, quien se ha manifestado por amor, usa una pedagogía que en todo se acomoda a nuestra condición natural; nos es fácil entender que Dios Padre es creador, que Dios hijo es redentor y que Dios Espíritu Santo es santificador.En la celebración litúrgica, donde vivimos la historia de la salvación y la actualizamos en la iglesia, aprendimos que Dios habla, se manifiesta y nos invita a conocerlo; y además, nos promete enviarnos la máxima expresión de su amor que es su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio hijo”, y este Hijo, asume la condición humana (se encarna) en el seno virginal de María por obra del Espíritu que “la colma con su gracia y su poder”. Este hijo que sufre y muere por nosotros vence el fruto del mal, es decir, del pecado y glorioso nos envía al Espíritu, para que lleve a plenitud su obra en nosotros. No es necesario penetrar en todos los misterios que esta realidad encierra, sino conocerle y dejar que haga su obra en nuestras almas ¡El don de la santificación es vivir a plenitud el misterio trinitario, es disponer el corazón y la vida! Que cada vez que digamos: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”, sintamos que en nuestra vida la Trinidad Santísima tiene plena cabida porque es digna de que Dios habite en ella y nuestros frutos sean obra de su inmenso amor.

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