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La inefable presencia de Dios con nosotros

Hoy, fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, la...

2 de febrero de 2014 Por: Arquidiócesis de Cali

Hoy, fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, la Palabra de Dios nos invita a dirigir nuestra mirada hacia dos ancianos, Simeón y Ana, que supieron conservar, durante toda su vida, su fe en las promesas de Dios. De manera especial creían que Dios, según lo prometido, pondría su morada en medio de los hombres y por eso nunca se apartaron del Templo, aguardando la liberación y el consuelo de Israel. La recompensa que recibieron fue poder que contemplar y tener en sus brazos al mismo Hijo de Dios.Muchas situaciones quisieran hacernos perder de vista la dimensión trascendente de nuestra vida, lo cual haría que perdiéramos hasta la esperanza de vivir. ¡Cuántos quisieran que ignoráramos la real y al mismo tiempo inefable presencia de Dios a nuestro lado! El reciente asesinato de dos personas en el interior del Templo parroquial de Santa Cecilia, en ciudad Córdoba, es sólo una muestra de ello. El dolor, la tristeza e indignación que ha causado, es el reflejo de lo que en el fondo del corazón sabemos: por un lado, que nuestra vida es de un valor infinito, razón por la cual nadie puede levantar la mano contra su hermano, y, por otro, que no hay derecho a que se profanen los espacios sagrados, donde siempre que la buscamos sinceramente, encontramos la presencia maravillosa de nuestro Dios y Salvador, fundamento de nuestra esperanza.Quiera Dios que nuestras actividades cotidianas no nos distraigan de la búsqueda continua de nuestro Dios, a quien podemos y debemos encontrar no sólo en el interior de nuestra alma y en la celebración y adoración de la Eucaristía, sino también en su Palabra y en cada persona que se cruza en nuestro camino, para que gozando cada día más de Él, podamos crecer en verdadera paz y alegría, hasta que al final de nuestra vida podamos hacer nuestra la alabanza del anciano Simeón: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

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