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La familia construye humanidad

Cada boda que presenciamos por más sencilla que sea tiene su encanto,...

17 de enero de 2016 Por: Arquidiócesis de Cali

Cada boda que presenciamos por más sencilla que sea tiene su encanto, su magia, su ambiente de novedad que atrae la simple curiosidad humana. Es una realidad particular. La alegría de los novios, su rostro enamorado y radiante, su especial tensión por ese “si” que va a sellar un amor eterno ante Dios o ante la autoridad civil. Ese brillo que irradian las parejas es el maravilloso amor que Dios sembró en nosotros desde el comienzo de la creación. Es la grandiosa capacidad de donación que tiene un hombre y una mujer para compartir la vida, para formar pareja, para vivir en matrimonio y construir un hogar llamado familia. Siempre me he preguntado por qué Jesús estuvo treinta años viviendo con su familia de Nazaret y por qué cuando sale a cumplir su misión salvadora la primera señal de su divinidad la realiza precisamente en medio de la boda de Caná en Galilea. La experiencia de la belleza del amor humano solo se vive en el tejido maravilloso del amor de una familia. Con estos hechos tan sencillos pero tan dicientes Dios nos está enseñando que a través de la familia aprendemos lo fundamental y básico del ser humano: el amor.Juan 2, 1-11 nos dice: “Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Evidentemente la presencia de Jesús en esta fiesta judía con sus discípulos y con María, como intercesora, es una muestra del compromiso social de la pareja frente a Jesús y a sus discípulos y a toda la comunidad de Cana de Galilea. “Dice su madre a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una”. La presencia de Jesús también significa, con la conversión extraordinaria del agua en vino, bendición de Dios con un amor nuevo y generoso que le da un gusto especial al amor de los esposos. “Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era, llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora»”. A pesar de los desafíos que hoy pueda estar sufriendo la familia por el ataque abierto de las ideologías de género, es claro y contundente que la familia según la propuesta de Dios en su Palabra y en la experiencia de la historia de salvación es la única y la más excelente riqueza que el hombre y la mujer pueden vivir para llegar a la plenitud del verdadero humanismo en el amor y en la construcción de una civilización verdaderamente noble.

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