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La alegría de ver

Una de las maravillas de nuestra existencia es poder ver todas las bellezas creadas por Dios para nosotros. El Universo con su infinita inmensidad.

26 de marzo de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

Una de las maravillas de nuestra existencia es poder ver todas las bellezas creadas por Dios para nosotros. El Universo con su infinita inmensidad. El planeta tierra, nuestra casa común con sus encajes de nubes, los arreboles al atardecer, los mares y ríos que reflejan el espejo de la vida, las montañas imponentes y silenciosas, la diversidad de especies animales en los distintos rincones del mundo, los árboles y la vegetación que pintan de verde el planeta tierra, las flores con sus colores de arco iris, y la grandeza de la creación: la persona humana, verdadera, buena y bella en su armonía propia de su vida individual y comunitaria, efímera pero grandiosa.

El ciego de nacimiento, en el evangelio de este domingo (Juan 9, 1-41), ávido de conocer todo lo que durante tanto tiempo no había visto, lo primero que ve es a Jesús a quien llama Señor y lo reconoce como Hijo del hombre. Para Jesús el hombre, su obra maestra, no puede ser oscuridad, sino luz.

Los vecinos, los fariseos y los padres del nuevo vidente no lo pueden creer y lo interrogan una u otra vez. Los fariseos, en este caso, son videntes ciegos porque no reconocen en este signo la gloria de Dios. Expulsan al vidente de la sinagoga y Jesús lo acoge en su nueva propuesta del Reino de Dios.

Su antigua ceguera no era culpa ni de sus padres ni de él. Fue una oportunidad para que Dios se manifestara como la Luz del Mundo en su Hijo Jesucristo. Con la saliva y el barro Jesús hace una nueva creación. Los ojos de este hombre nuevo comienzan a ver las cosas con la mirada de Dios y aquí está la clave de la novedad de este signo.

Con los ojos de Jesús: Aprendemos a contemplar a Dios Uno y Trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Aprendemos a ver la gente como nuestros hermanos/as. Aprendemos a ver nuestra vida, nuestra inteligencia, nuestra conciencia, nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestro trabajo como dones que nos hacen imagen y semejanza de Dios. Aprendemos a reconocer que la muerte y la vida son parte del riesgo humano en la conquista de nuestra propia realización. Aprendemos a contemplar y a cuidar nuestra casa grande y bella (El Universo) como casa de todos y para todos.

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