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Humanidad en ascenso

La cultura del urbanismo consumista y del capitalismo depredador, extralimita el comportamiento humano llevándolo a conductas salvajes y fanáticas, de terrorismo y masacres, como la que acaba de ocurrir en Mánchester. Llámese ‘Plan Pistola’ colombiano o terrorismo islámico, la violencia demencial nos sigue golpeando.

28 de mayo de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

La cultura del urbanismo consumista y del capitalismo depredador, extralimita el comportamiento humano llevándolo a conductas salvajes y fanáticas, de terrorismo y masacres, como la que acaba de ocurrir en Mánchester. Llámese ‘Plan Pistola’ colombiano o terrorismo islámico, la violencia demencial nos sigue golpeando.

¿Qué está pasando con la humanidad de la revolución tecnológica y cibernética, de la cultura global y el libre mercado? ¿Se orientan hacia algún propósito común, distinto al del lucro económico, los esfuerzos de las naciones, dentro de ellas y entre todas? ¿Cultivamos, los individuos y las sociedades actuales, ideales de futuro y estilos de vida consecuentes con ellos?

Pareciera inoficioso preguntarnos por nuestro sentido del futuro colectivo. ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde quisiéramos, de veras, ir? Con todo, las realidades actuales parecieran reventar el sentido del mañana: países en franca regresión al pasado, ideologías y políticas de miedo al futuro, gobernantes y partidos excéntricos y caprichosos, guerras y violencias sin más justificación que la de crear pánico, daños incalculables a “nuestra casa común”.

La Ascensión del Señor Jesús, su regreso a la gloria como Dios, permanecerá como un misterio que no alcanzamos a expresar en términos humanos. Su resurrección y sus “apariciones” a los discípulos y creyentes, constituyen un período limitado, pero determinante para reivindicar y acreditar al Crucificado, para revelar el designio de Dios al enviarlo al mundo.

La última palabra de Jesús, según el Evangelio de San Mateo no fue su ausencia física, sino el anuncio de su presencia espiritual, sacramental y social: “Yo estoy con ustedes”. Esta presencia marca el inicio del tiempo del Espíritu Santo y de la Iglesia, del Cuerpo social y visible de los creyentes, unidos a su Cabeza: el Cuerpo de Cristo. Y el inicio de la misión permanente, ‘la gran Comisión’, de la evangelización y transformación del mundo en soberanía del amor, en Reino de Dios.

Este germen ascensional es el que nos libera de permanecer en la caída, en el “descenso al lugar de los muertos”, para volver, desde cada crisis, a ser humanidad en ascenso. “¡Sursum Corda”! “¡Arriba los corazones”!

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