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El tiempo se ha cumplido

A todos nos obsesiona el tiempo como ‘kronos’, es decir, como medida...

22 de enero de 2012 Por: Arquidiócesis de Cali

A todos nos obsesiona el tiempo como ‘kronos’, es decir, como medida implacable; es común escuchar: no tengo tiempo para nada, no me alcanza el tiempo, cómo corre el tiempo. Y no es este el sentido del evangelio de este domingo donde el Señor afirma: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias” (Marcos 1, 15). En este sentido Jesús habla del tiempo de la gracia, de la salvación, y por ello insta a la conversión, que es volvernos a Dios con la aceptación de su mensaje. Dios que es autor y dueño de los tiempos quiso regalarnos la aparición gloriosa de su Hijo con un apremiante mensaje: Dios salvador ya está con ustedes, dispónganse para escucharle y hagan que su corazón cambie de conducta; es por ello, que el tiempo de Dios no es exactamente el mismo de la humanidad ni el que arbitrariamente hemos señalado o fijado para poder entendernos.Como no es un tiempo circunscrito ni a un momento ni a un lugar, tiene connotaciones que superan todo tiempo e involucra a hombres y mujeres de todos los tiempos; así la invitación a la conversión es atemporal o intemporal. Que bella y profundamente expresaba el gran Obispo de Hipona San Agustín esta verdad cuando exclamaba: “El tiempo de nuestro viaje por el mundo es breve, pero nuestra patria (el cielo) carece de tiempo” (Sermón 16, A, 1) Y también: “Soléis decir los tiempos son difíciles, los tiempos son duros, los tiempos abundan en miserias”. Vivid bien y cambiareis los tiempos con vuestra buena vida”. (Sermón 311, 8).Es frecuente que a todo le demos la medida del tiempo, que es arbitraria, y no le demos la dimensión de salvación que el tiempo de gracia significa; la bella liturgia de la noche pascual nos recuerda que Cristo es el Ayer y el Hoy. Principio y Fin. Alfa y Omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Y a continuación siguiendo el trazado de la cruz nuestra Iglesia recuerda que: “por sus llagas santas y gloriosas nos protege y nos guarda Jesucristo nuestro Señor. Y al encender la luz del cirio gozosamente se proclama: La luz de Cristo que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu”.

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