El respeto por lo religioso
Dejar que Dios sea Dios, repetía con frecuencia San Francisco de Asís....
Dejar que Dios sea Dios, repetía con frecuencia San Francisco de Asís. El sentido de lo trascendente y sagrado es constitutivo de la conciencia humana. Dios es Espíritu y los verdaderos adoradores lo adoran en espíritu y en verdad, decía Jesús a la mujer samaritana. Se refería al espíritu de filiación y a la verdad del Amor. Lo religioso implica no solamente trascendencia sino también intimidad y gratuidad. El silencio, la contemplación, la adoración, el abandono de sí, la acción de gracias, el gozo y la paz están ahí en la experiencia religiosa. Son la música del alma, preludio de la escucha y la oración, del discernimiento y la adhesión al querer divino. En la experiencia cristiana el Espíritu se une al espíritu humano y lo hace exclamar: ¡Papá querido!. Así lo recogen los discípulos de Jesús y las comunidades de Pablo. Sumergirse en Dios con Jesús es entrar en el Amor Paternal, con amor filial y fraterno, con respeto que escucha y corazón que obedece. Todo esto nos explica la ira santa de Jesús ante el cuadro de comercio y mercado dentro del Templo. ¡La gratuidad de Dios que se da y de los creyentes hijos que se ofrendan a Él, ha sido vulnerada por el marketing religioso! Hay que rescatar el encuentro con Dios, en el que Él ha tomado la iniciativa de venir a nosotros. Y hay que rescatar su Santuario: la corporeidad humana y divina del Resucitado. Junto a ella, la comunidad e Iglesia de los bautizados y el Templo visible, el edificio del Altar. Allí se da el sacramento del encuentro, de la Presencia, la cruz y el banquete. Hoy recordamos y miramos a la Iglesia Madre de las Iglesias de la Urbe y del Orbe: la Basílica del Santísimo Salvador y San Juan de Letrán en Roma. El papa Melquíades, años 311-314 la fundó en ese terreno dado por Constantino. Que la Palabra del Domingo nos aliente a recuperar la dignidad de lo religioso en nuestras vidas y culturas, en nuestros Credos e Iglesias. No dejemos que se vuelva baratija o mercancía, ni menos aún, cueva de ladrones.Amén.