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El papel del obispo hoy

Se podría decir que hay todo un movimiento de desacralización manifestado en la falta de respeto por los lugares santos, las personas sagradas, los tiempos, los elementos y los espacios dedicados a las cosas de Dios.

14 de octubre de 2018 Por: Arquidiócesis de Cali

Cuando nuestro Señor Jesucristo eligió a los doce apóstoles, seguramente ya sabía todas las responsabilidades y desafíos que tendrían esos hombres a los que se les estaba entregando la gran misión de continuar con su legado. Misión difícil, pues se desarrolla en medio de lobos feroces y con unas ovejas que no saben qué quieren o para dónde desean ir (Mc 6,34).

Hasta el siglo pasado, con excepción de algunas épocas gloriosas de profunda vida cristiana, se consideraba al obispo y al episcopado como un privilegio para pocos. Tenía tintes de una élite con aires principescos y sus decisiones no era discutidas ni contrariadas. Nadie se atrevía a confrontarlos y menos a atacarlos.

Pero esas épocas terminaron. Hoy se ve una realidad totalmente diferente. No solo por los cambios de época, sino porque en general, el mundo ha ido perdiendo el sentido de lo sagrado. Se podría decir que hay todo un movimiento de desacralización manifestado en la falta de respeto por los lugares santos, las personas sagradas, los tiempos, los elementos y los espacios dedicados a las cosas de Dios. El ser humano ha terminado convirtiéndose en Dios de sí mismo y cree tener la capacidad para afrontar todos los desafíos que la vida le presenta y pretende resolver los problemas por su propia cuenta.

Ante esta situación, los medios de comunicación andan deseosos de encontrar a diario la ‘noticia’, la ‘primicia’ en la información y el privilegio de poder ‘vender’ para acrecentar su audiencia y generar mayores recursos para sus empresarios. Y si esa noticia tiene que ver con lo sagrado, con lo que arropa ese tipo de informaciones, con personas o hechos de aquellos que fueron ‘intocables’, como los sacerdotes o los obispos o todo el que represente algún grado de autoridad, se tienen elementos suficientes para estar en los primeros lugares de la información y de las encuestas.

Pero también es claro el llamado permanente del papa Francisco para que los obispos y sacerdotes sean verdaderos pastores con olor a oveja, para que estén cerca del rebaño y dejen a un lado el clericalismo, que escuchen más y sean coherentes con lo que profesan sus labios. Este pedido no es solo del Santo Padre sino de todos los que quieren ver una Iglesia cercana, alejada de todos los escándalos y con una actitud permanente de servicio.

Esta debe ser la mayor apuesta y la mejor defensa de la Iglesia en un momento histórico difícil y de tantos ataques. El papel del obispo debe garantizar que el llamado a la santidad que Dios hace, se dé en todos los hijos de Dios. El libro del Levítico suplica con insistencia “Sed santos, porque yo soy santo” (Lev 11,44).

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