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“El espíritu descendía... y permanecía sobre Él”

Según Juan Bautista, éste es el signo definitivo que le permite identificar...

16 de enero de 2011 Por: Arquidiócesis de Cali

Según Juan Bautista, éste es el signo definitivo que le permite identificar a Jesús como el Mesías o el Ungido de Dios. Llama la atención la insistencia en la ‘permanencia’ del Espíritu; no basta, en efecto, con ‘recibir el Espíritu’ de manera pasajera, como se dice, por ejemplo, de Sansón en el Libro de los Jueces (13, 25) sino que se precisa que en Jesús de Nazaret el Espíritu permanece: El que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él...”.En el evangelio de Lucas se muestra con énfasis particular la presencia permanente del Espíritu en los comienzos de la existencia terrena de Jesús: concebido por obra del Espíritu (1, 35), reconocido aún antes de nacer por Isabel llena del Espíritu (1, 41), aclamado en el templo por Simeón movido por el Espíritu (2, 27), lleno del Espíritu al regreso del bautismo y conducido por el mismo Espíritu a las tentaciones del desierto (4, 1), lleno de la fuerza del Espíritu cuando inicia su predicación en Galilea (4, 14), se identifica justamente en la sinagoga de Nazaret como aquel sobre quien el Espíritu ha venido para enviarlo a evangelizar a los pobres (4, 18); viene luego un silencio de varios capítulos en los que se menciona explícitamente la acción del Espíritu de Jesús, hasta que en el capítulo décimo, en el verso 21, leemos: “en aquel momento el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a los sencillos”. Es éste el supremo comentario y testimonio de que el Espíritu permanece sobre Jesús, ya que inspira su relación más íntima con el Padre. Cabe preguntarnos: ¿permanece también sobre mí el Espíritu que recibí, como Jesús, el día de mi bautismo?, ¿cómo se manifiesta en mi vida y especialmente en mi oración esta permanencia del Espíritu en mí?, ¿me llena de alegría el Espíritu, como a Jesús, a pesar de las contrariedades y dificultades de la vida?

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