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Domingo I de adviento

Iniciamos un nuevo tiempo litúrgico después de haber acompañado a Jesús en el camino a Jerusalén (última estancia de su vida terrena) y ahora con el Evangelista Mateo nos preparamos a celebrar su aparición en medio de nosotros con el Misterio de la Encarnación.

1 de diciembre de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

Iniciamos un nuevo tiempo litúrgico después de haber acompañado a Jesús en el camino a Jerusalén (última estancia de su vida terrena) y ahora con el Evangelista Mateo nos preparamos a celebrar su aparición en medio de nosotros con el Misterio de la Encarnación.

Es el ciclo normal de nuestra condición humana, pero es necesario “trascender en sentido cristiano, el camino que todos hacemos hasta concluir”, ¡ojalá con el gozo de haberlo hecho de la mejor manera!

La vida se torna dramática y hasta incomprensible cuando nuestras aspiraciones terminan, como solemos decir, sin pena ni gloria ya sea porque la hemos convertido en algo tedioso, inútil y no pocas veces desesperada. Para el creyente, como lo somos nosotros, ir en busca y procura del Bien Superior que es Dios, habrá sido la más bella de todas las aspiraciones y esperanzas; en tanto somos vigilantes con la mira en el Señor que viene.

Así el adviento es espera no solo de alegrías humanas -válidas si son rectas- pero no suficientes para colmar la esperanza del corazón que ¡espera! Ven Señor Jesús, decimos con cierta nostalgia, ¡pero con absoluta certeza! ¡Que Él es el único que llena toda esperanza! Caminar por los senderos que conducen al Señor son Alegría y esperanza cristianas.

¡Que nuestro Adviento esté también colmado no de temor sino de la nostalgia del infinito que es a la postre la verdadera razón del camino de nuestra vida!

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