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Comprometidos con un mundo nuevo

Los que creemos que este mundo maravilloso no se hizo al azar sino que tiene detrás la mano poderosa de un Dios que lo creó, sabemos también que lo hizo con un proyecto claro que era la felicidad de sus criaturas.

15 de julio de 2018 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo emérito de Caldas (A)

Los que creemos que este mundo maravilloso no se hizo al azar sino que tiene detrás la mano poderosa de un Dios que lo creó, sabemos también que lo hizo con un proyecto claro que era la felicidad de sus criaturas. Lástima que la misma libertad que el Creador nos dio como herramienta maravillosa para buscar la felicidad, nos llevó a desobedecer su voz amorosa que nos indicaba el camino para lograrla, y en forma arrogante empezamos a buscarla equivocadamente donde no estaba.

Ese ha sido siempre nuestro error: colocar nuestra esperanza en algo material, algo que no llena; por eso un corrupto o un narcotraficante no se conforma con 10 o 20 mil millones de pesos, necesitan más y más, porque su corazón no se llenará nunca con lo material; como también es un error colocar la felicidad en acciones futuras que, quizás, nunca logremos, porque al fin y al cabo son sólo proyecciones que creamos nosotros mismos, descuidando el hoy.

Hay otro agravante y es que a veces muchas cosas bellas y maravillosas que el mundo nos ofrece no las disfrutamos en la libertad sino que nos esclavizamos de ellas dejando en nosotros una frustración, un vacío que muchos tratan inútilmente de llenar con la droga, el suicidio; es la razón por la cual la depresión, que es como la suma de expectativas no logradas, se ha convertido en una de las enfermedades propias de este mundo moderno, siendo Colombia uno de los países de más alto porcentaje en número de personas afectadas con este flagelo.

El Evangelio de hoy nos cuenta cómo Jesús fundó su Iglesia con el deseo de recibir en ella a todas las personas de buena voluntad que quisieran seguirlo y comprometerse con él, en el anuncio de la buena noticia del Evangelio, para ir a sanar, a luchar contra todo lo malo y contra toda clase de esclavitud y dependencia. Esta debe ser nuestra respuesta: que queremos ser de los que trabajan en la construcción de ese mundo en donde el ser humano no viva prisionero del miedo ni esclavo de las cosas materiales, sino en paz y armonía.

El papa Juan Pablo II, nos decía que ya el mundo actual había presentado su propuesta de vida: comodidad, placer, dinero, y la fama que nos ofrece la sociedad de consumo; pero que la Iglesia también tenía su propuesta y es la renovación de la humanidad, con hombres nuevos, que partiendo del Evangelio quieran cambiar al mismo tiempo la conciencia personal y la consciencia colectiva de los hombres, renovar la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos. Es la búsqueda de la paz, de un mundo más humano que Dios da a los hombres y mujeres de buena voluntad.

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