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Cali: ciudad región de paz

Visitar el futuro es algo más que una frase bonita. Es un...

24 de abril de 2016 Por: Arquidiócesis de Cali

Visitar el futuro es algo más que una frase bonita. Es un ejercicio de escenarios previsibles y de estrategias para lograrlos, partiendo de lo que es posible y sostenible en el espacio y tiempo, dentro de los límites y oportunidades de la naturaleza, la historia y los procesos. No son, entonces, meros sueños, meros deseos reprimidos. Para la experiencia cristiana de Dios, el futuro se volvió anticipación y gracia de ‘bienaventuranza’, de ‘visión’ de la novedad, de transfiguración de la persona, de las sociedades y del entero cosmos, con la fuerza que emana del Señor Resucitado. A ese ejercicio nos convoca hoy la Palabra inspirada: el ímpetu del Evangelio que recorre ciudades, impregna vidas, organiza comunidades, suscita el compartir fraterno, abre puertas y cierra heridas, aclara horizontes (primera lectura). Es “un cielo nuevo y una tierra nueva”, en la retina del vidente del Apocalipsis, cuando se superan los dolores y sufrimientos del hombre viejo, sometido a la esclavitud de los ídolos y de la muerte. Es la fiesta de la ‘nueva Jerusalén’, convertida en novia que se desposa con Dios, en casa habitada por el Amor Eterno: ‘enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor’, sino un universo nuevo (segunda lectura). Pero ¿cómo se logra este milagro de transformación? “Salió Judas del cenáculo”, y quedan El Resucitado y sus discípulos, unidos por el vínculo y distintivo de los que pasan de la muerte a la vida con Jesús, resucitando con Él: “la señal por la que conocerán que son discípulos míos, será que ustedes se aman unos a otros” (Evangelio).Cali, nuestra ciudad región del Suroccidente y del Pacífico, no es propiamente ‘la sucursal del cielo’ como acostumbramos llamarla. Tiene sus infiernos y purgatorios propios, sus llagas y heridas. Pero acumula el bien de la fe, la sabiduría y el sabor de diversas culturas, la alegría festiva de sus gentes, la hermosura de sus valles, ríos y montañas, la brisa del mar, las oportunidades del Océano. A esta Cali que amamos, la historia la convoca hoy a conquistar ‘la paz urbana’, la paz ciudadana, la paz de la ciudad nueva, que no está en las agendas de La Habana o de Quito, sino en el anhelo de vida y felicidad de todos. Mientras Gobierno y subversión hacen las paces, hagamos nosotros la paz, la que solo se construye por vía de participación y generosidad. Hagamos de Cali la ‘Ciudad Región de Paz’. Amén.

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