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¿Actuar desde el miedo o la desesperanza?

En la antesala de la llegada del papa Francisco a Colombia, bien vale la pena algo que nos dijo en el año extraordinario de la Misericordia: “Nuestro modo de actuar con los demás nunca será (...) una acción basada en el miedo sino en la esperanza que Él tiene en nuestra transformación".

3 de septiembre de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

El profeta Jeremías fue convocado por Dios a ser su mensajero en un momento en el que Israel se debatía en una tremenda decadencia moral, económica, política, e incluso religiosa. En ese escenario debió ser portador de una palabra que evidencia las causas profundas de la descomposición que vivía la sociedad de su tiempo. No era una misión sencilla y menos bien recibida, particularmente por los poderosos que ostentaban el control social de una forma corrompida.

Dios pone allí al profeta para que, a través de su misión, llegue al corazón de las personas en busca de las raíces profundas de los males de su tiempo, tomar conciencia de la necesidad de romper con esas estructuras destructivas e iniciar un proceso para convertir a su nación algo nuevo, fundado en los valores del Dios de Israel.

Con la entrada de Jesús en la Historia este mensaje adquiere categorías universales. Él llega a la humanidad con un mensaje que evidencia cómo en el fondo de los males humanos, personales o colectivos, está el pecado, una corrupción del corazón, de las intenciones, las decisiones y las acciones. Ciertamente el mensaje de Jesús no siempre fue bien recibido y esto le valió asumir la prueba suprema de la Cruz.

A sus discípulos, Jesús les invita a ser prolongadores de su misión en la Historia. A no claudicar en una purificación permanente, en todas las dimensiones de la vida humana. Esta misión no es fácil, empezando por los miembros mismos de la comunidad que experimentan en su propia piel el flagelo del mal y del pecado. Su misión debe empezar por esa propia purificación personal y comunitaria de los creyentes para portar con credibilidad el mensaje profético del Señor.

Pero más allá hay algo que pareciera amenazar la misión del cristiano en las sociedades de todos los tiempos: el miedo. Miedo a la crítica, a la incomprensión, a no ser bien recibidos, a la persecución por causa de ser fieles al mensaje confiado.

En la antesala de la llegada del papa Francisco a Colombia, bien vale la pena algo que nos dijo en el año extraordinario de la Misericordia: “Nuestro modo de actuar con los demás nunca será (...) una acción basada en el miedo sino en la esperanza que Él tiene en nuestra transformación. (…) Una acción basada en el miedo lo único que consigue es separar, dividir, querer distinguir con precisión quirúrgica un lado del otro, construir falsas seguridades, por lo tanto, construir encierros. Una acción basada en la esperanza de transformación, en la conversión, impulsa, estimula, apunta al mañana, genera espacios de oportunidad, empuja”.

Demos, pues, el primer paso, para salir del miedo, para superar juntos lo que ha tenido postrada históricamente a la patria, enfrentemos estas causas profundas que alimentan los grandes males sociales y, con la fe en el Señor, asumamos el compromiso para comenzar algo nuevo en bien de todos los colombianos.

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