El pais
SUSCRÍBETE

¡Señor, sé misericordioso!

Carlos Holmes Trujillo es un hombre de bien. Un estadista acucioso y constante en sus propósitos que no abandona. Su voluntad es un buril de punta de diamante.

21 de enero de 2021 Por: Vicky Perea García

Carlos Holmes Trujillo es un hombre de bien. Un estadista acucioso y constante en sus propósitos que no abandona. Su voluntad es un buril de punta de diamante. Su inteligencia, sin ostentación, arropa con una sola mirada la solución discreta de los problemas.

Es pulcro de apariencia y dicción tenaz en el ejercicio infatigable de sus deberes. El país lo siente en su silencio, hurtarle a la noche sus horas más crudas para emprender su acción en los momentos en que, como dice aquel tango de Gardel, “el músculo duerme, la ambición descansa”.

Se mueve por los caminos que transitan los malvados y alcanza a ver la sangre que derraman en las horas de horror de sus andanzas. Oye los crudos lamentos y ve las lágrimas en los sitios donde se alberga la miseria. Entonces edifica sus fuerzas, conversa, oye y sabe que al fondo de todo este paraíso del horror en el que el dolor no vale nada, hay una fuerza múltiple y superior que es el narcotráfico, que silencia a los inconformes y los apabulla dentro del terror que imponen en la cordillera. Unos son las ‘disidencias’, otros las que antes llamaban las bacrim, y a ellas se agregan las filas del ELN, creciendo en el crimen a base del dinero sucio. El campesinado no tiene otra alternativa que la siembra, la cosecha y el silencio.

Emprender una labor de corrección allí resulta en extremo difícil. México no ha podido con los narcos. Pero, sin duda alguna, bajo su dirección, las Fuerzas Armadas de la patria han logrado unos resultados que proyectan hacia el inmediato futuro otros mejores que reducen los cultivos, merman los laboratorios, la producción y los envíos de la droga maldita, al igual que los secuestros y los índices de homicidios.

En esos resultados esperanzadores brilla la labor del vallecaucano ministro de la Defensa. El trabajo es tan duro que ha hecho que un hombre probo como el expresidente Gaviria y otros más como Juan Manuel Santos, piensen como aquel marido burlado del novecientos que la solución era vender el canapé donde su esposa se la jugaba y proponen la legalización.

Carlos Holmes Trujillo García es el más calificado estadista que pueda enseñar Colombia para una elección. Ha sido ministro de Educación, del Interior, de Relaciones Exteriores y de la Defensa Nacional y ha representado como embajador a nuestro país en la OEA, Austria, Rusia, Suecia, Dinamarca, Bélgica y la Comunidad Europea. Él podría decir, parodiando a Terencio el Africano, que nada de la política le es ajeno.
Pero de la política pensante, investigativa y sin odio.

En verdad no ha reclutado de su libre propósito un solo enemigo -puede que sí malquerientes-, y además a su vida ejemplar nadie puede endilgarle una acción deshonesta ni un acto de corrupción o deshonor. Como se dijera de Arístides el Justo en Atenas, según Plutarco, pertenece a los hombres a los que solo les sirven de defectos sus virtudes.

Pero por los peligros de su trabajo Carlos Holmes ha sido alcanzado por el diminuto virus que azota al planeta. Él es recio, fuerte y luchador de la vida. Mas esas fuerzas pandémicas que nos azotan son superiores. En ese peligro en que navega su fragilidad humana, lo único que puede protegerlo es la misericordia de Dios.

Frente a su estado y el peligro que afronta, solo nos queda implorar humildemente a ese Ser Supremo, símbolo de justicia y bondad, que ampare al bueno y salve su existencia. ¡Así lo suplicamos, Señor, Tú que todo lo puedes, ampáralo con tu misericordia!

Sigue en Twitter @BaronaMesa

AHORA EN Armando Barona Mesa