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Los estropicios que vivimos

El presidente Duque no ha querido manchar de sangre el territorio nacional y se inclina al diálogo abierto. Pero termina siendo el malo, bajo el poder del dinero que riega el señor Soros y tal vez algunos de los del negocio de narcotráfico.

14 de mayo de 2021 Por: Armando Barona Mesa

Hay un personaje, George Soros, nacido en Hungría, ciudadano norteamericano y uno de los mayores potentados del planeta, que ha adoptado un papel especial en el mundo moderno de Gran Benefactor -título bajo el que actuaba Stalin- de todo lo que es el pensamiento comunista, bajo otra dimensión, pero con las mismas prácticas.

Soros reparte su fortuna, que como el rey Midas vuelve a aumentar, regando mucho dinero en Estados Unidos y en los países del tercer mundo, en pro de la causa rebelde y progresista -como ahora la llaman-, que oculta la bandera marxista leninista, pero a la que pertenecen con las mismas mañas de siempre.

El dinero, que camuflan y esconden, rueda en cuentas variadas en distintos países, donde finalmente los apañan los hacendosos corifeos que manejan la trama; y los resultados son agresiones al derecho de los pueblos.

Mientras más muertos obtengan, el mundo les cree y la revolución triunfa, como esperan que suceda en 2022 en Colombia. Lo dan por hecho.

Dicen que el magnate ha enviado dinero en unas cuentas bajo claves. No está probado del todo. Entre tanto el grupo de mamertos de Fecode gasta fortunas en avisos de página de los grandes diarios y en la radio, asociado con las centrales obreras y unos cuantos estudiantes que despiertan al sarampión marxista.

Con esos ‘efluvios monetarios’, desde los inicios del gobierno Duque, levantaron una selva de banderas muy costosas, con escudos, y las repartieron entre un pueblo movido por engaños y algunos gastos pagados.

No estaban pues haciendo reproches al mal comportamiento del Ejecutivo, porque no había donde ni cómo hacerlos a un gobierno que iniciaba. Pero era la revolución constante, siempre viva, con las mismas monsergas y mentiras.

Y como les salió bien, jugando a que unos cantaban y bailaban con caros instrumentos musicales, pero al lado estaban los terroristas conocidos como vándalos, provocadores, agresivos, expertos en saqueos, muertes y heridas que, con sus ataques alevosos, desataban las reacciones de la fuerza pública –es su deber constitucional hacerlo-; y posteriormente los muertos, que producen el milagrazo ante la opinión pública -que manejan con medios de comunicación comprometidos y sesgados-, en favor de los vándalos.

El presidente Duque no ha querido manchar de sangre el territorio nacional y se inclina al diálogo abierto. Pero termina siendo el malo, bajo el poder del dinero que riega el señor Soros y tal vez algunos de los del negocio de narcotráfico. Y el mundo les cree, a pesar de los videos que muestran como intentaron quemar a quince policías en un CAI.

Los de la minga han cometido en exceso esta serie de crímenes. Mas no faltó un arzobispo de vergüenza que tenemos, quien se atrevió a pedirles perdón en nombre de los vallecaucanos, porque el Presidente los hizo salir de Cali.

Esos mismos atrabiliarios que aquí llegaron, como Pedro a su casa, derribando un monumento que es un patrimonio público. Pero ese arzobispo mamertoso los aplaude como a los otros facinerosos.

¿Van a ganar las elecciones como lo creen? Lo dudo. El pueblo colombiano es multiétnico y de distintas vertientes. Pero, sin duda alguna tenemos una memoria colectiva sobre quién nos hará el bien y quién no.

Los que tratan de desatar un odio social, con los dineros de Soros y del narcotráfico, incluidos algunos fajos que nos envía Maduro, no pasarán por la memoria colectiva. Ah y tengan cuidado con los fajos de billetes que le encantan a Petro. Puede que no lleguen a su destino.
Sigue en Twitter @BaronaMesa

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