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Los corifeos de la revolución

Otra cosa es el populismo con su demagogia, que monta una oposición diciendo mentiras y ofreciendo el oro y el moro dentro de una ideología marxista que se diluye y nunca se atreve a decir su nombre

22 de diciembre de 2020 Por: Vicky Perea García

El exministro Juan Fernando Cristo es sin duda un gran personaje. Su padre fue amigo mío en la Cámara de Representantes. Pero no ha sido la memoria de éste la que lo ha llevado a las altas posiciones del Estado, sino un parecido bien marcado al inolvidable maestro Darío Echandía, su hablar pausado y su elocuencia, la que lo ha elevado a esos altos destinos, a pesar de un frenillo parecido al de Navarro Wolf.

Es serio, tal vez demasiado; pero meditativo y sobre todo fiel al expresidente Santos, quien lo nombró y distinguió en sus ocho años. Cristo acostumbra hacer almuerzos y comidas en su apartamento con figuras de la política afines a sus conveniencias; y su principal invitado es el expresidente nombrado, quien no ha renunciado a meter la mano y a veces la pata en la actividad pública. Por ejemplo cuando acusó a su primo hermano Pachito.

¿En qué actividades y empresas andan? Bueno en uno de esos ágapes reunió a los miembros de las Farc-EP y han estado buscando, con un antiuribismo y un antiduquismo pasional, organizar un grupo a su favor que, mostrando una tendencia izquierdista logre quitarle a Petro, dentro de sus mismos linderos, un liderazgo bien adelantado por éste. Claro que el exministro en mención tiene un vecino, según lo acepta él es Fernando Londoño Hoyos, quien marca las entradas al lujoso apartamento de Cristo y oye a través de las paredes lo que tratan con tanta
confidencialidad. O sea que se sabe ya de qué se trata y qué busca.

María Isabel Rueda, la acuciosa periodista de El Tiempo, le hizo un reportaje hondo sobre sus actividades. Y él, sin respuestas adecuadas al ideologista que pretende ser, califica de derechas a quienes tengan un poco de identidad con Álvaro Uribe, los desacredita -cosa común en esa actividad-, mientras él se coloca en un socialismo democrático al cual pertenecemos todos los que tenemos una vocación liberal desde siempre. Lo cierto es que el susodicho exministro va calificando una derecha que no es -con ánimo ofensivo- y una izquierda que tampoco es, porque en verdad lo que hoy existe, como lo estudia muy bien Daniel Bell en ‘El fin de las ideologías’, es realmente un centro que se inclina leve y democráticamente unas veces hacia la izquierda y otras a la derecha.
Pero que es democrática y cree y apoya los adelantos sociales de los líderes, especialmente los economistas. En Colombia tenemos una de las más grandes legislaciones en el campo laboral que no es derecha ni izquierda.

Otra cosa es el populismo con su demagogia, que monta una oposición diciendo mentiras y ofreciendo el oro y el moro dentro de una ideología marxista que se diluye y nunca se atreve a decir su nombre. Los marxistas son especialistas en el camuflaje y el disfraz. Ellos dicen ser los amigos de la paz, mientras quienes critican el acuerdo en tanto ordenaba darles treinta emisoras a ellos y veinte curules que después disfrazaron diciendo que eran para las víctimas; y el hecho de que la JEP no haya hablado de las sanciones de cárcel para los crímenes contra el derecho internacional humanitario que establece el mismo acuerdo, y los que critican la lenidad de ese falso tribunal, esos por esos motivos, son los enemigos de la paz.

Sofismas de mala leche, ante los cuales el pueblo raso y la nación pensante se resisten, por los efectos ya conocidos en Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia.

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