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Univalle: hora de reconocer

Honrar a aquellos cuyas virtudes civiles fueron ejemplares y dejaron huella en la sociedad regional como es el caso de los hermanos Garcés Giraldo, constituye deber ineludible de hondo contenido pedagógico

5 de julio de 2020 Por: Antonio de Roux

En días recientes la Universidad del Valle celebró sus setenta y cinco años de funcionamiento. Valiéndose de medios virtuales los directivos presentaron un balance sobre los logros académicos y científicos de una institución que es justo motivo de orgullo para los vallecaucanos. En la oportunidad también hubo tiempo para analizar las desafiantes perspectivas que en materia de crecimiento y consolidación de la calidad afronta el alma mater, y además se exaltó la memoria de quienes fueran sus fundadores.

El buen comienzo en la celebración de las bodas de diamante debería complementarse con una iniciativa que a lo largo de este año jubilar haga visible la contribución de actores no necesariamente vinculados al diario vivir institucional, quienes de una u otra forma contribuyeron a materializar aquel sueño colectivo. Me refiero a las organizaciones filantrópicas locales, instituciones de la sociedad civil, fundaciones extranjeras, profesionales independientes, servidores públicos y empresarios.

Entre los empresarios han pasado sin pena ni gloria durante los festejos actuales personas determinantes para la materialización del complejo universitario como son los hermanos Armando, Álvaro, Diego y Jorge Garcés Giraldo. El punto es relevante porque si no fuera por estos caballeros actuando a través de su empresa Meléndez SA, la universidad regional carecería de sede física y continuaría ocupando un conjunto de edificaciones disgregadas, estrechas e inapropiadas en su antiguo emplazamiento del barrio San Fernando.

Desde principios de los años sesenta del siglo pasado los Garcés Giraldo atendieron el llamado de su pariente Mario Carvajal Borrero, quien se desempeñaba como rector de la Universidad, y consideraron la cesión gratuita de un lote de cuarenta hectáreas situado entre Ciudad Jardín y el Club Campestre. Estudios posteriores indicaron que con el tiempo aquella área podría ser insuficiente y los donantes accedieron a incrementar su legado facilitando el predio actual cuya superficie es de ciento dos hectáreas. La escritura de donación correspondiente se otorgaría el veinticinco de abril de 1966.

Pero la generosidad de Armando y Álvaro Garcés no se detuvo en ese regalo. Años después con el concurso de su empresa inmobiliaria familiar secundaron a Martín Wartenberg y Vicente Borrero, haciendo posible el desarrollo de la Fundación Valle del Lili mediante el obsequio de un lote de cinco hectáreas para la sede asistencial. Posteriormente los hermanos Garcés efectuaron el aporte de un predio de diez hectáreas dando viabilidad al Centro de Eventos Valle del Pacífico promovido por Rosita Jaluff de Castro y Julián Domínguez desde la Cámara de Comercio de Cali. En resumen tres de nuestras obras más representativas como son el campus de la Universidad del Valle, la Clínica Valle del Lili y el Centro de convenciones no existirían sin el concurso de estos dadivosos coterráneos.

Honrar a aquellos cuyas virtudes civiles fueron ejemplares y dejaron huella en la sociedad regional como es el caso de los hermanos Garcés Giraldo, constituye deber ineludible de hondo contenido pedagógico.
Ojalá nuestra universidad asumiera ese cometido, porque ella debe ser espacio para la integración donde lejos de ideologías y prejuicios podamos reconocer y valorar las ejecutorias principales de los vallecaucanos.

Sigue en Twitter @antoderoux