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'Santrich' y el manejo carcelario

Uno de los asuntos que deberá afrontar con prelación el próximo presidente es el relacionado con la política penitenciaria y el manejo de las cárceles.

27 de mayo de 2018 Por: Antonio de Roux

Uno de los asuntos que deberá afrontar con prelación el próximo presidente es el relacionado con la política penitenciaria y el manejo de las cárceles. El tema se puso al rojo por el traslado de ‘Jesús Santrich’, o Zeuxis Pausias Hernández, a una residencia del Episcopado mientras se decidía sobre su extradición. A este episodio vino a sumarse en la semana anterior la casa por cárcel concedida a Germán Trujillo, sujeto que reconoció haber desfalcado al Estado en más de treinta mil millones de pesos mediante contratos de alimentación escolar. En estos casos lo que ofende es el doble racero, la falta de equidad con los cuales se manejan las decisiones sobre lugares de detención y beneficios carcelarios.

Yendo más allá debe admitirse que nuestros centros de reclusión son chiqueros degradantes, cuyas tasas de sobrepoblación y hacinamiento alcanzan el cincuenta por ciento. En ellos se paga por un pedazo de suelo para dormir o un turno para usar el excusado, e imperan las arbitrariedades. Los recintos carcelarios se usan también como plataforma para extorsionar a los ciudadanos libres, y se han convertido en verdaderas universidades desde las cuales se propalan sofisticadas técnicas criminales.

En un documento publicado hace un par de meses por el Comité Internacional de la Cruz Roja y elaborado por Elke Kooyman, quien coordina el equipo a cargo de supervisar la detención de personas, se hace un crudo diagnóstico sobre nuestras falencias en materia penitenciaria. Entre estas se cuentan la infraestructura escasa e inadecuada; la falta de personal y su pobre preparación; el modelo punitivo excesivo en privaciones de la libertad. Esto sin contar con las fallas anotadas por la Corte Constitucional en distintas providencias y que recapitula la señora Kooyman al indicar que nuestra política criminal es reactiva, incoherente, ineficaz, volátil, desarticulada, sin intención resocializadora y sin enfoque preventivo.

En cuanto al problema del personal es necesario decir que el Instituto Penitenciario dispone apenas de 12.400 guardianes para custodiar ciento veinte mil reclusos internos y sesenta mil que tienen casa por cárcel. El 85% de esos guardianes se encuentran sindicalizados a través de 78 organizaciones y de ellos 3.700 gozan de fuero sindical por ser directivos. En resumen, el Inpec es ingobernable, no puede confiarse en esa entidad para poner en práctica una estrategia transformadora.

De forma coincidente y contrastante el día en que Santrich era trasladado con cuidados de su reclusión inicial a la residencia episcopal, Colombia rendía examen ante la ONU en Ginebra, Suiza, sobre derechos humanos. Entre las más de doscientas recomendaciones efectuadas por el organismo internacional diez y siete se referían a las cuestiones carcelarias. Sin embargo los representantes del gobierno se abstuvieron de acoger las sugerencias encaminadas a dignificar nuestros centros de reclusión y lograr tratamiento justo, sin exclusiones ni prebendas para todos los detenidos. Además, de nuevo nos negamos a adherir al protocolo contra la tortura y otros tratos y penas degradantes.

Bueno sería que el nuevo gobierno al aliento de la Iglesia que tiene años de experiencia en la pastoral penitenciaria, acoja los pactos internacionales y tome medidas para poner fin a una situación que clama al cielo.

Sigue en Twitter @antoderoux