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¡Qué dueños tan perros!

Me perdonarán los canes que en el mundo habitan por el título de este escrito. En justicia debería haberlo llamado ‘Qué dueños tan criminales’.

26 de mayo de 2019 Por: Antonio de Roux

Me perdonarán los canes que en el mundo habitan por el título de este escrito. En justicia debería haberlo llamado ‘Qué dueños tan criminales’. Y es que no pueden calificarse de otra manera las personas que poseen sabuesos de razas peligrosas o de temperamento agresivo, y que actúan con irresponsabilidad en su cuidado.

Los riesgos generados por esta clase de animales son reconocidos y regulados en el Código de Policía, el cual dispone que linajes caninos como son el pitbull, rottweiler, fila brasilero, bull terrier y unos cuantos más, deben ser objeto de medidas especiales de control habida cuenta de su agresividad. Algunas de esas razas inclusive fueron desarrolladas para atacar a como de lugar y hacer mal sin consideración. Provienen de criaderos que en el exterior produjeron verdaderas máquinas de matar destinadas a las peleas con apuestas.

En general estos perros tienen grabada en su naturaleza la ira, la tendencia a responder con furia brutal a la más mínima provocación. Y atacan prevalidos de unas fauces trituradoras cuya capacidad de mordida se ha acrecentado mediante complejas combinaciones genéticas.

Lo que no quieren entender es que el pobre perro es un instrumento, como lo es un arma cualquiera, y el único responsable de su comportamiento es el propietario. Propietarios inconscientes que con frecuencia mantienen al animal estresado, confinado a una casa pequeña, un reducido antejardín o a un ínfimo apartamento. Propietarios que obran con indiferencia delictiva frente a la seguridad de vecinos y viandantes ya sean ancianos o infantes; propietarios que tratan de evitar el castigo eventual achacándole la culpa a seres que carecen de voluntad y entendimiento.

Los casos que involucran mascotas peligrosas han venido multiplicándose. La semana pasada un pitbull atacó sin motivo a una bebé de dieciocho meses produciéndole grave afectación facial, que ojalá no implique desfiguración permanente para quien apenas se abre a la vida. Hace días un conocido mío, quien trabaja en soldaduras especiales y necesita sus manos para desempeñarse, fue despojado de parte de un dedo de la mano derecha por el perro del vecino. Las secuelas de ese accidente impactarán su capacidad de generarse el sustento por el resto de la vida.

Peor suerte tuvieron las señoras Rosa López del barrio República de Israel de Cali y Mary Hernández de Medellín. La primera, anciana de 87 años, fue agredida y ultimada mientras dormía por un cachorro de raza peligrosa en cuya compañía la pusieron a pernoctar. La segunda de las mencionadas tuvo el infortunio de caer en las fauces de unos canes que deambulaban por la calle. También en el barrio Brisas del Jardín de Medellín, murió un joven de 13 años al ser atacado por los traicioneros lebreles de una tía.

El Código de Polícia adoptó normas sobre los canes peligrosos como son la obligatoriedad de registrarlos y ponerles trailla y bozal cuando están en sitios públicos. También dispuso multas por dejarlos sin control o por sus ataques, pero tales regulaciones al parecer no están teniendo efecto.
Lo que en verdad se necesita es que en estos casos se apliquen las normas del Código Penal sobre lesiones personales y homicidio, como lo han comenzado a hacer los fiscales a cargo. Debe ser así porque el verdadero delincuente no es el perro iracundo, sino su dueño.