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Para no ser un país mal educado

Al explicar la distancia en el desempeño de los establecimientos escolares del Estado frente a los privados, hay elementos adicionales que no se pueden desconocer

28 de marzo de 2021 Por: Antonio de Roux

A pesar del esfuerzo por entregar más recursos a la educación pública, mejorar la dotación escolar y las condiciones laborales de los maestros, el buen resultado no se ve. Y peor le va al sistema oficial en comparación con el privado.

Al respecto es oportuno considerar que en las recientes pruebas Saber 11, el promedio obtenido por los participantes apenas llegó a 250 puntos sobre un total posible de 500. Tan grave como lo anterior resultan las diferencias observadas entre las instituciones escolares de los sectores público y privado. En las primeras el promedio se situó en 272 puntos, mientras que en las otras fue de 242.

Los campanazos sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo se han incrementado con el tiempo. En las pruebas Pisa salimos mal librados. Así lo indican las evaluaciones del 2018 publicadas a principios de octubre pasado. Esta vez ocupamos el puesto cincuenta y ocho entre setenta y nueve países participantes, exhibiendo falencias que preocupan: bajamos en los campos de lectura y ciencias, y apenas nos mantuvimos en el de matemáticas.

Las hipótesis sobre el origen de esta situación son variadas. Se mencionan entre otras, la falta de innovación en las estrategias pedagógicas, el ausentismo profesoral, la inflexibilidad curricular, la falta de reconocimiento y estímulo a los profesores y las situaciones de pobreza experimentadas por innumerables estudiantes.

Al explicar la distancia en el desempeño de los establecimientos escolares del Estado frente a los privados, hay elementos adicionales que no se pueden desconocer. Si bien la mayoría de los educadores brillan por el compromiso y la determinación de ejercer su profesión con decoro, no se puede decir lo mismo de los sindicatos que los representan.

Es el caso de Fecode, organización que pregona abiertamente su enfoque de extrema izquierda. Por eso en la opinión pública crece la idea de que ese colectivo no tiene interés de abrir los horizontes del conocimiento, ni de sembrar propósitos de progreso en el alumnado de los sectores populares. Más aún, en su obsesión por atacar las instituciones de la democracia burguesa, la organización sindical tampoco se detiene a considerar los derechos prevalentes de niños y adolescentes con relación al acceso a la educación y la cultura en forma libre, sin sesgos.

Lo dicho deja claro que en la educación pública no es posible continuar con una agenda secuestrada por la ideología, a espaldas de los desafíos que el mundo moderno eficiente y competitivo plantea a los futuros profesionales. No es aceptable que la ambición de ciertos aliados electorales lleve, aún contra el deseo de miles de maestros, a la movilización sin tregua, el adoctrinamiento de los educandos, la ocupación en actividades ajenas a la pedagogía, la resistencia a las evaluaciones de desempeño.

Mejores condiciones para sus profesores afiliados y calidad integral, deberían ser los aportes de Fecode a la construcción de una sociedad mejor. Por simple cuestión de respeto a los valores republicanos la deseada eliminación del sistema capitalista y la eventual dictadura del proletariado, deberían dejarse en manos de los profesionales de la política. Ojalá la organización aludida se centre en las tareas que le son propias, y rechace la tentación de seguir contribuyendo a que seamos un país mal educado.
Sigue en Twitter @antoderoux