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Memoria enterrada

Por estos días en Cali se ha puesto de moda excavar. Los...

15 de agosto de 2011 Por: Antonio de Roux

Por estos días en Cali se ha puesto de moda excavar. Los amigos de lo ajeno andan dedicados a abrir huecos para robarse las tuberías de cobre pertenecientes a la antigua red del acueducto. Las venderán en el mercado negro y convertidas en lingotes llegarán a China. Pero además de los antisociales cuyo accionar debe ser reprimido, hay grupos de profesionales cavando por motivos encomiables. Me refiero a los arqueólogos y antropólogos que acompañan la restauración de Cañasgordas y el hundimiento de la Avenida Colombia. Las ciudades se parecen a las cebollas. Bajo el suelo van dejando los despojos de sus cortezas anteriores, de sus vidas pasadas. Por eso son tan importantes los restos de vajilla francesa, los cubiertos herrumbrosos y las vasijas destrozadas aparecidos con ocasión de las obras de la Avenida. En buena hora en el Museo de Arte Religioso se apersonaron de reivindicar el significado de esos hallazgos, y montaron una exposición que podría dar pistas sobre las costumbres de nuestros ancestros.Como lo recordó Nicolás Ramos recientemente, en el Cali Viejo la ribera del río comprendida entre la Calle 8 y la Calle 12, constituía un gran basurero. Los desperdicios se arrojaban en el sector a la espera de que una creciente oportuna viniera a llevárselos. El cauce tutelar prestaba otro servicio. Hasta comienzo del Siglo XX el sistema municipal de agua era en extremo deficiente, y las gentes acudían al río para tomar su baño diario o semanal. Existía un acuerdo tácito: las mujeres lo hacían a la altura de La Ermita, mientras los hombres iban al charco de los Pedrones en el Peñón. La separación tendría que ver quizá con la salvaguarda del recato, ya que muchos varones aún no cubrían su humanidad con pantalonetas Catalina, las que años después comenzaría a producir Don Juan Pablo Lozano, sino con un pañuelo denominado “raboegallo” por sus colores vistosos. Éste se amarraba a un cordón pendiente de la cintura.Aunque parezca cosa de chiste la basura y los deshechos aportan claves insustituibles para reconstruir las costumbres de los antiguos moradores. Hay un caso famoso y es el de Oxirrinco, la Ciudad del Pez Elefante, una población griega situada sobre el cauce del Nilo. En ese lugar los británicos Grenfell y Hunt, desenterraron de los vertederos más de medio millón de documentos escritos en papiro. Lo hallado va desde la época de Alejandro Magno, hasta mediados del primer milenio después de Cristo. Gracias a ese material sabemos hoy cómo transcurría la vida doméstica por aquellos días, cómo se organizaban los poderes públicos citadinos, cómo eran las costumbres en los ámbitos de la alimentación, la salud, los negocios y el amor. La conservación de los materiales aludidos contó con el auxilio de un clima eternamente seco, y con el manto protector de las arenas del Sahara, situación que naturalmente no fue la de los elementos arrojados a la vega de nuestro río.Desenterrar y organizar los fragmentos de nuestra memoria colectiva debe ser un propósito de las autoridades. No pueden sentarse a esperar situaciones como las del Puente Ortiz o los saqueos de Malagana. En estas materias además, los caleños tenemos pendiente un punto de honor. Es el de descubrir y sacar a la luz el emplazamiento que tuvo esta ciudad cuando se hizo el primer intento de fundarla.