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La paz y el ‘pos escepticismo’

Infinidad de colombianos vimos con optimismo la firma del acuerdo final, instrumento que incluye la participación de los insurgentes en la actividad electoral con plenas garantías.

30 de abril de 2017 Por: Antonio de Roux

Infinidad de colombianos vimos con optimismo la firma del acuerdo final, instrumento que incluye la participación de los insurgentes en la actividad electoral con plenas garantías. Y no se nos ha escapado que las Farc, en términos generales, vienen cumpliendo lo pactado.

Pero ahora en la etapa del ‘posacuerdo’ crecen la incredulidad y el recelo, actitudes a las cuales podemos dar el nombre genérico de ‘posescepticismo’. También crece el número de los desencantados y de quienes dudan que el proceso pueda llevarnos a una paz duradera. Estos son los ‘posescépticos’.

La postura aludida surgió al conocerse en detalle el texto de los acuerdos y la forma como vía fast track se están haciendo los desarrollos normativos. En el fondo pareciera que a un gobierno apoyado en aquella comparsa politiquera llena de mermelada que es la Unidad Nacional y a las Farc, poco les interesa llegar al fondo de las cosas. Esto es reformar el Estado para hacerlo en verdad eficaz.

Los jugadores mencionados tienen propósitos diferentes. El gobierno y sus aliados apuestan a que simples cambios cosméticos, ayuden a perpetuar un establecimiento dominado por los politiqueros. Las Farc piensan que a partir del acuerdo pueden ganar ventajas para acercarse al control del Estado e imponer su imperio.

El acuerdo final está lleno de ideas que la guerrilla y el Ejecutivo saben inviables. No se podrán materializar porque nuestro Estado no funciona, se ha ido derrumbando, está carcomido por la corrupción, la politiquería, la falta de justicia, la incapacidad de controlar el territorio entre otros defectos.

Como lo afirmara recientemente el profesor James Robinson, el acuerdo se ha debido centrar en arreglar ese derrumbe. Agrega el académico al preguntarse por qué el gobierno y las Farc firmaron semejante pacto: “Creo que es porque el gobierno no está interesado en cambiar a Colombia. Las élites políticas colombianas tienen la narrativa de que Colombia es un país exitoso y que ha tenido mala suerte. Mala suerte con la Revolución Cubana, mala suerte con la coca, mala suerte con Pablo Escobar. Si no hay nada mal, no hay nada que cambiar…” En cuanto a las razones de las Farc para la firma indica que “tal vez ellos sólo quieren tener su turno para comer, como se dice en África”. Termina Robinson con una advertencia que concierne a todos: derrumbes como el de Colombia “no pasan por accidente, pasan porque la gente común toma acciones todos los días que los crean y los reproducen”.

El derrumbe institucional podría detenerse si el gobierno se decidiera. Es tan sencillo como tramitar un acto legislativo con dos artículos. Uno restablecería la autonomía de la justicia, volviendo a introducir la cooptación en las altas cortes. Ello significa poner el aparato judicial a salvo de los politiqueros. El otro artículo tendría como propósito eliminar y castigar la mermelada, engendro usado intensamente en la actual administración, y que es el gran propiciador de las corruptelas en el sector oficial.

Pero desde los compadres politiqueros del gobierno llegan propuestas en contravía de las reformas correctas. En el Partido de la U desean ahora que los congresistas puedan ser nombrados ministros. Eso acabaría de joder a Colombia. Con la ilusión de entrar al gobierno, los parlamentarios ya ni siquiera querrán hacer control político.

Sigue en Twitter @antoderoux