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La culpa es de los vallecaucanos

La lista regional de lo que avanza mal o está quieto es profusa: el dragado del canal en Buenaventura; el túnel de La Línea; el nuevo contrato de la Malla Vial; la doble calzada al puerto...

1 de marzo de 2020 Por: Antonio de Roux

El Observatorio de la Infraestructura presentó un informe preocupante sobre las obras públicas que comprometen el futuro de la región. En contraste fue esperanzador escuchar a las gestoras de la investigación, profesionales jóvenes y comprometidas que luchan por materializar esos proyectos. Tal es el caso de las convocantes al evento: María Isabel Cruz de Propacífico, Lina Sinisterra de Andi y María Isabel Alvarado de la Cámara de la Infraestructura. También es el caso de quienes las secundan como Catalina Montoya, Mariana Caicedo y Virginia Vergara.

Este esfuerzo por recaudar y analizar la información pone de presente una realidad dolorosa: nuestros grandes emprendimientos de infraestructura marchan a paso lento, o están detenidos. Es por eso que la voz de los vallecaucanos debería tomar el tono de la exigencia, no agotarse en una mirada forense que describe hechos cumplidos pero se resigna ante la fatalidad.

La lista regional de lo que avanza mal o está quieto es profusa: el dragado del canal en Buenaventura; el túnel de La Línea; el nuevo contrato de la Malla Vial; la doble calzada al puerto; la carretera Mulaló Loboguerrero; la doble calzada a Popayán; la conexión ferroviaria con el Pacífico; los estudios de la vía al Llano. Esto para no mencionar las obras próximas a Cali como el tren de cercanías; la ampliación de la antigua carretera a Yumbo; la ampliación de la vía a Candelaria, etc. Lo trágico es que Cali debe su desarrollo al haber sido nodo principal en materia de comunicaciones terrestres, una ventaja que se viene diluyendo.

Mientras aquí los proyectos no fluyen, otro es el cantar en Atlántico, Santander y Antioquia. Este departamento, por ejemplo, está derrotando su encierro proverbial con el avance de nueve autopistas de cuarta generación en doble calzada, y la construcción de decenas de kilómetros de túneles que representan más del 70% de las vías subterráneas del país. Lo anterior sin contar la construcción del puerto de aguas profundas en Urabá y la repotenciación del Ferrocarril de Antioquia.

Logros como los mencionados no deberían llamar a la envidia, si no más bien a la reflexión. Deberíamos preguntarnos por qué razón en materia de infraestructura y relaciones con el Estado central, ellos son exitosos y nosotros no. El asunto es que en esa región saben trabajar juntos a favor del interés general. Ejecutivos de alto nivel, sector público, gremios, congresistas y academia tienen propuestas coincidentes, hacen frente común cuando se trata de defender el sagrado interés regional. Tampoco se arrugan si hay que reclamar o plantar el macho a los burócratas de la capital.

Aquí por el contrario vivimos en el mundo de la pugna y el disenso. Cada uno tiene una idea particular y trata de imponerla a como dé lugar. Por si las dudas menciono lo referente al tren de cercanías que ahora, con base en visiones particulares, se quiere cambiar por trolebuses olvidando la eficiencia, los menores costos de operación y el carácter estructurante que tiene la solución férrea. Algo similar acontece con la carretera de Mulaló relegada por consideraciones puntuales de algunos vecinos.
Actitudes bien intencionadas quizá, pero dañinas para los intereses colectivos.

Y a todas estas en Bogotá felices, porque nosotros mismos damos los argumentos para que jamás puedan concretarse nuestros sueños.

Sigue en Twitter @antoderoux