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Después del paro

Como producto del proceso transformador debería surgir una generación de políticos diferentes: actores con visión de Estado, cuya perspectiva va más allá de la coyuntura electoral.

24 de noviembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Iván Duque exhibe cifras positivas en el manejo económico y le puso talanquera a la mermelada generando excedentes para lo social. Pero los frutos de ese desempeño no llegan a los sectores vulnerables con la celeridad debida. Las marchas del jueves y los cacerolazos develan la inconformidad existente ante las brechas que aún fragmentan la sociedad colombiana. Infinidad de jóvenes afrontan la incertidumbre de no poder acceder a la universidad ni conseguir empleo.

A pesar de la conmoción vivida y del rechazo expresado por algunos sectores sindicales, ciertos politiqueros oportunistas como Gustavo Petro persisten en el llamado irresponsable a mantener la crispación, caldo de cultivo del vandalismo que experimentamos.

Lo cierto es que le están cobrando a Duque las falencias del Estado acumuladas a lo largo de décadas. En un análisis sereno se concluye que cualquiera sea el mandatario le tocaría lidiar con una estructura institucional obsoleta, incapaz de responder a las demandas de los habitantes en materia de justicia y seguridad; lucha anticorrupción; satisfacción de necesidades básicas; control del territorio y creación de empleos.

El asunto se torna insoluble al considerar que las fuerzas mayoritarias del Congreso pertenecen a la oposición, léase formaciones politiqueras que en buena medida ven lo público como negocio y no están interesadas en que cambien las cosas salvo si se les entregan suficientes contratos y cuotas burocráticas. Por otra parte, lo que encuentra Duque en su propio partido no es mucho mejor. Allá también hay pedigüeños, deslealtades y notorios amigos del status quo.

Los personeros de la izquierda recalcitrante manipulan para imponer su proyecto demagógico y su visión de los acontecimientos. Incluso conculcan el derecho ciudadano a discutir los temas de interés general. Cualquier planteamiento hipotético sobre la reforma pensional o la flexibilización laboral, se descalifica como complicidad con el ‘paquetazo neoliberal de Duque’. La estrategia de aquellos sujetos radicalizados es paralizar las reformas haciendo que la ira popular se desate y arrase el Estado de Derecho.

Lo que debe tener claro el Presidente es que el tiempo apremia y el rediseño de la institucionalidad no va a surgir de un Congreso cuya mayoría ve la política como negocio. La gravedad de las circunstancias reclama caminos extraordinarios previstos en la Constitución entre los que se cuenta el referendo. Que estas vías suponen riesgos es cierto, pero ningún riesgo es peor que la conjunción de inconformidad palpitante y falta de respuestas. Ojalá el mandatario al abrir el diálogo nacional considere opciones como la mencionada y convoque no solo a los políticos de profesión si no además a las organizaciones de la sociedad civil.

Como producto del proceso transformador debería surgir una generación de políticos diferentes: actores con visión de Estado, cuya perspectiva va más allá de la coyuntura electoral. Este paradigma fue el que plantee a los voceros regionales del Centro Democrático en escrito anterior. Christian Garcés vio un ataque en mis palabras, pero debo decir que mi propósito no fue el de la agresión. En lo personal tengo claro el trabajo de Christian por la comarca y su buen desempeño parlamentario, ya sea como vocero de bancada o ponente de leyes importantes entre las que se cuenta la reforma tributaria.

Sigue en Twitter @antoderoux