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Ciudadanos y Congreso

El senador Roy Barreras salió en defensa del Congreso. En reciente reportaje...

19 de noviembre de 2012 Por: Antonio de Roux

El senador Roy Barreras salió en defensa del Congreso. En reciente reportaje expresó que darle patadas al L egislativo es un deporte nacional, y que resulta imposible la democracia si se prescinde de ese cuerpo. No estoy de acuerdo con su punto de vista y voy a expresar mis razones. Cuestionar lo acontecido en el Congreso y los beneficios desproporcionados de sus integrantes, dista de ser un deporte. Como bien dice Beatriz López, los legisladores parecen actuar a propósito para merecer el repudio general. Frente a esta circunstancia, la denuncia y la censura se convierten en deber ciudadano ineludible, el cual tampoco se puede trivializar al amparo del chascarrillo o del juego de palabras. ¿Cómo no decir a los cuatro vientos que mientras Colombia vivía la mayor tragedia humanitaria de su historia innumerables congresistas se aliaban con los paramilitares, perpetradores de crímenes incontables, buscando mantener sus curules, sus prebendas y sus cuotas burocráticas?¿Cómo no denunciar que los integrantes de Senado y Cámara gozan de beneficios excesivos, los cuales no se compadecen con sus aportes a la construcción de una sociedad digna, civilizada y armónica? ¿Cómo no manifestarse inconforme frente al extravagante régimen pensional de los parlamentarios, que les permite jubilaciones rápidas y con mesadas opulentas, superiores por mucho a lo aplicable al resto del pueblo? ¿Cómo no declararse inconforme frente a un sistema laboral que tan sólo exige a senadores y representantes trabajar dos días a la semana, lo que multiplicado por los ocho meses de funcionamiento de las corporaciones corresponde apenas a 64 jornadas por año?¿Cómo no señalar que en razón del ausentismo la agenda legislativa anda descarrilada, y por un juego de complicidades no se aplica el reglamento para hacer perder la investidura a los holgazanes?¿Cómo no acordarse que los temas cuyo estudio reclama la población son usualmente engavetados, y cuando se abordan terminan en un festín de auto beneficios, tal y como fue el caso de la reforma a la Justicia? Ahora bien, analicemos el cuento de que sin este Congreso desaparece la democracia. La verdad es otra: un legislativo indiferente con los intereses de la población; manifiestamente improductivo; que da mal ejemplo por sus privilegios desbordados y la vinculación de muchos de sus miembros con los malandrines, no sólo no se necesita, además representa una grave perturbación, un escollo inmenso para el funcionamiento de una democracia verdadera.En mi opinión esta sociedad y esta Nación no son viables si no se reforma a fondo aquel organismo llamado Congreso. En este orden de ideas hay medidas a impulsar sin perdida de tiempo: la reelección indefinida de los miembros de las cámaras, el ausentismo impune y la posibilidad de legislar en beneficio propio deben acabarse. Los regímenes especiales en materia laboral, prestacional y tributaria para los legisladores no pueden continuar. Es un sistema contrario al principio de igualdad entre los habitantes consagrado en la Carta.Sin duda habrá parlamentarios sensatos, interesados en cambiar las cosas, pero ellos constituyen una minoría. Por eso a los ciudadanos nos toca organizarnos para impulsar las reformas, o sólo nos quedará seguir el camino de los lamentos.