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Biden, Cuba y la ruta vietnamita

Entre los muchos chicharrones que esperan al presidente Biden está el de las relaciones con Cuba, cuyo proceso de normalización había comenzado Obama y fue detenido abruptamente por Trump.

20 de diciembre de 2020 Por: Antonio de Roux

Entre los muchos chicharrones que esperan al presidente Biden está el de las relaciones con Cuba, cuyo proceso de normalización había comenzado Obama y fue detenido abruptamente por Trump.

La medida adoptada por el republicano podría parecer caprichosa pero en realidad estaba motivada por los cálculos electorales. Ello es así porque los exilados cubanos, furibundos enemigos de las ideas socialistas y del autoritarismo caribeño, influyen decididamente en las elecciones de la Florida.

Pensando en consolidar el apoyo de aquellos votantes Trump adoptó durante la campaña medidas adicionales encaminadas a extremar el bloqueo a la isla y hacer más apremiante su situación económica. Con tal propósito desde el pasado septiembre se restringieron las operaciones aéreas y el desplazamiento de turistas estadounidenses hacia aquel destino. El ensañamiento llegó al punto de prohibir que los escasos viajeros trajeran de regreso una caja de habanos o una botella de ron.

Ahora bien, al no ganar las elecciones en Florida, Biden se encuentra libre de ataduras con el electorado cubano de ese estado, por tanto es posible esperar un timonazo que haga avanzar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. La apuesta implica recuperar el proceso de normalización anterior para llevarlo más allá, tal y como sucediera en su momento con Vietnam. Estaríamos ante un esquema de relacionamiento construido sin presiones electorales, basado en la conveniencia recíproca, capaz de despojar de un poder que no les corresponde a los sectores resentidos y recalcitrantes del exilio.

El 2 de febrero de 1994, cuando Bill Clinton apenas completaba su primer año de gobierno, tomó una decisión audaz consistente en levantar el bloqueo económico impuesto a Vietnam tras la derrota norteamericana. El conflicto había dejado cerca de sesenta mil víctimas estadounidenses, más de un cuarto de millón de heridos y unos dos mil quinientos desaparecidos, pero a pesar del costoso desenlace y de las sensibilidades existentes, Clinton puso fin al aislamiento del antiguo contendor.

La acción presidencial tenía en cuenta intereses estratégicos de su país como eran la necesidad de abrir nuevos mercados y contrarrestar la influencia china. Esto en el entendido de que tal medida no impactaría negativamente las posibilidades electorales del partido demócrata, una presunción que resultó válida. Como consecuencia Vietnam al que jamás se le pidió renegar de la ideología comunista, tiene ahora una economía abierta al mundo, con un intercambio global cuyo monto supera los quinientos mil millones de dólares y exportaciones a Estados Unidos por más de cincuenta mil millones.

El asunto de fondo es que Biden tiene una oportunidad similar en este hemisferio. Al caerse el argumento del bloqueo para justificar medidas opresivas; al acceder a mercados integrados y flujos de capital; al exponerse a los desafíos del intercambio de ideas y la confrontación de modelos el país caribeño cambiaría aún manteniendo su sistema socialista. Esta transformación beneficiaría ante todo a Colombia porque Cuba ya no necesitará de colonias como Venezuela, una nación expoliada por títeres criminales, entregada a los traficantes y los asesinos.

¿Será que el nuevo presidente gringo es suficientemente pragmático para acoger en este caso la ruta vietnamita?

Sigue en Twitter @antoderoux