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Acabar la mermelada sí es posible

Digámonos la verdad: los colombianos, especialmente los jóvenes, están mamados de la corrupción en la política, y estarían dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de eliminarla.

14 de octubre de 2018 Por: Antonio de Roux

Digámonos la verdad: los colombianos, especialmente los jóvenes, están mamados de la corrupción en la política, y estarían dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de eliminarla. Aunque ello signifique ponerse en manos del populismo polarizador y demagogo; aunque la aventura implique pasar de Guatemala a ‘Guatepeor’ y quedar como Venezuela, para siempre en manos de una camarilla de burócratas voraces y violentos.

Ese estado de ánimo de las grandes mayorías nacionales es bien conocido por el presidente Duque. Él sabe que al proscribir la mermelada y la entrega de nómina a los políticos; al empeñarse en reformar la justicia para que sea transparente y eficaz, lo que está realizando es un esfuerzo desesperado, quizá el último posible, en el propósito de salvar nuestra democracia. Y es que una democracia que necesita sobornar a sus legisladores para poder operar no merece sobrevivir.

El mandatario también conoce que los plazos apremian y quedan menos de cuatro años para lograr ese cambio. Sin embargo, el asunto tiene mala facha. Los encargados de hacer funcionar el poder legislativo y dar vía a las transformaciones son los mismos políticos acostumbrados a moverse a punta de mermelada y cuotas burocráticas. Se trata de una actitud tan generalizada que incluso se extiende a ciertos parlamentarios adeptos al nuevo gobierno.

Frente a esta situación los ciudadanos se preguntan cómo logrará el Presidente cumplir con su promesa de no entregar dádivas, mientras mantiene la gobernabilidad y materializa las reformas institucionales requeridas. Incluso muchos consideran que el loable propósito presidencial tarde o temprano habrá de fracasar. Pero la realidad es otra: si el ejecutivo despliega una estrategia integral y tiene la voluntad de persistir, podrá derrotar la politiquería mermeladera.

Oportuno es entonces mencionar los elementos centrales de esa estrategia. En primer lugar debe implementarse la financiación total de las campañas electorales. Aunque la codicia humana es infinita y habrá quien persista en apropiarse de los recursos públicos, se acabaría la disculpa de que la mermelada, los cupos indicativos y contratos, son indispensables como medio de cuadrar caja y cubrir los gastos relacionados con la actividad electoral.

En segundo lugar se requiere enfrentar una tarea aplazada y es la de organizar y profesionalizar el servicio civil, aplicando métodos rigurosos de selección. Los ciudadanos tienen el derecho fundamental a ser bien gobernados por funcionarios eficientes y honestos, escogidos por sus capacidades, sus destrezas profesionales y no por recomendaciones politiqueras. Un marco institucional riguroso en esta materia quitaría la tentación a los oficiantes de la política de exigir cuotas burocráticas o contratos de servicios personales.

En tercer lugar es necesario notificar a los congresistas que si persisten en obtener contratos y prebendas al expedir las normas y reformas requeridas, el ejecutivo está dispuesto a consultar directamente a los ciudadanos. El camino de una Asamblea Nacional Constituyente es posible, pero otro más expedito y que entraña menos riesgos es la convocatoria de un referendo. En presencia de parlamentos disfuncionales muchas democracias lo han aplicado con éxito. El presidente Duque no debe temer transitarlo, en ello lo acompañaría el pueblo.

Sigue en Twitter @antoderoux