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Semana Santa de pandemia

Las niñas de Nigeria que fueron secuestradas de un colegio oficial con el pretexto de presionar al gobierno para luego devolverlas violadas y embarazadas, y qué decir de nuestros niños obligados a ser carne de cañón en las disputas del narcotráfico

8 de abril de 2021 Por: Angela Cuevas de Dolmetsch

Segunda Semana Santa de pandemia y con la capacidad del ser humano para reinventarnos pudimos asistir virtualmente al magnífico Vía Crucis del Vaticano. No fue un evento fastuoso de lujo ni de joyas, ni tampoco de dolor y pena. El Vía Crucis del 2021 fue una lección inolvidable. Los niños migrantes dibujaron para cada estación, un cuadro sobre la pasión de Cristo. La plaza de San Pedro en la oscuridad, vacía, con los cirios encendidos. Algunos niños seguramente escogidos iban de la mano de sus padres. En cada una de las 14 estaciones meditaban con experiencias de sus vidas.

El Papa Francisco presidió la ceremonia y solo una voz leía lo relevante para luego escuchar a los niños: “Tú sabes que también nosotros los niños tenemos cruces, que no son ni más livianas ni más pesadas que las de los grandes, pero que son verdaderas cruces, que sentimos pesadas también de noche. Sólo Tú sabes qué difícil es para mí aprender a no tener miedo a la oscuridad y a la soledad. Sólo tú sabes qué difícil es ver a mis padres discutir, dar un fuerte portazo y no hablarse durante días.
Sólo Tú sabes qué difícil es cuando me doy cuenta de que los demás se burlan de mí y me excluyen. Mi querido buen Jesús: tú sabes sobre todo que en el mundo hay niños que no tienen para comer, que no tienen formación, que son explotados y obligados a ir a la guerra”.

Así vemos todos los días imágenes de niños en terribles condiciones, niños que sus padres los entregan a los coyotes para que estos los dejen en medio de un desierto inhóspito al otro lado de la frontera cubiertos de llanto, caminando solos, con hambre y sin rumbo. Niñas que las tiran por el muro de Trump. Las niñas de Nigeria que fueron secuestradas de un colegio oficial con el pretexto de presionar al gobierno para luego devolverlas violadas y embarazadas, y qué decir de nuestros niños obligados a ser carne de cañón en las disputas del narcotráfico, donde ya los avezados guerrilleros se aburrieron de la guerra y los están remplazando por niños que les quitaron el miedo de morir.

Ya en la meditación, los niños relataron una experiencia para cada estación. En la décima, una niña contó: ‘En la estantería de mi cuarto había muchas muñecas. En cada cumpleaños recibía una nueva de regalo, y estaba encariñada a todas mis pequeñas amigas. El domingo, el padre mencionó una campaña de juguetes para los niños refugiados. Al llegar a casa miré mis muñecas y pensé: “¿Realmente las necesito? Con tristeza elegí las más antiguas, las que menos me gustaban. Preparé la caja para llevarla. Sin embargo, por la noche tuve la sensación de que no había hecho lo correcto. Antes de ir a la cama, la caja estaba llena de muñecas y las estanterías vacías. Deshacerse de lo superfluo aligera el alma y nos libra del egoísmo. Dar, nos hace más felices que recibir”.
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