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A medida que se calienta la contienda electoral, es del caso que...

29 de julio de 2011 Por: Angela Cuevas de Dolmetsch

A medida que se calienta la contienda electoral, es del caso que las futuras alcaldesas y alcaldes, gobernadoras y gobernadores incluyan en sus programas de gobierno políticas públicas encaminadas a beneficiar a aquellas personas que están por debajo del nivel de pobreza y viven del rebusque. Las estadísticas de desempleo no reflejan la verdadera situación de la población colombiana. El Dane calcula que el 60.7% de los puestos de trabajo son generados por el sector informal, pero estas personas no tienen ingresos regulares, ganan menos del salario mínimo y no tienen prestaciones. Entre esas están las mujeres que lavan, planchan, cuidan los niños y las niñas de las personas más adineradas, las vendedoras y vendedores ambulantes, los mendigos y aquellos jóvenes que deambulan por las calles del Distrito de Aguablanca y los asentamientos de ladera en espera de la próxima propuesta para delinquir, ya sea como parte de las pandillas o como asesinos a sueldo a cargo de las oficinas de cobro o del narcotráfico. Las megaobras han solucionado la situación de un pequeño sector de la población que trabaja en construcción, pero ese 33% de los hogares colombianos que tiene como cabeza de familia a una mujer no se ha visto beneficiado. Hay un grupo pequeño de mujeres de estrato uno que en su momento se inscribieron para recibir el subsidio de Familias en Acción que otorgó el gobierno de Uribe en el 2002 para las madres que mandaran los niños al colegio, pero la cobertura era y sigue siendo parcial y muchas de esas familias tienen ese subsidio como su único ingreso. Si el programa estrella del Ministerio de Agricultura, Agro Ingreso Seguro, filosóficamente bien concebido no hubiera terminado enredado en una maraña de corruptelas con o sin el conocimiento de Uribe, y se hubiera invertido en ciudadelas ecológicas productivas tanto para beneficiar al sector rural como a aquellos desplazados con vocación agrícola, que llegan sin control a las ciudades a engrosar las huestes de Juan sin tierra, hoy en día serían muchos los beneficiados. Aun hay tiempo para reparar. Cada uno de esos glotones que recibieron el subsidio ilegalmente, ya sea por mandato legal o por un acto de contrición deben encargarse de construir en sus regiones proyectos de viviendas productivas donde no sólo los habitantes tengan un techo, sino una forma digna de ganarse la vida. Como soñar no cuesta nada y seguramente mi propuesta quedará en el mundo de la fantasía, siempre están las regalías que llegarán a las regiones y con un poco de voluntad política, pues esto sí da votos, se empezaría a solucionar el problema del rebusque y, por lo tanto, el de la pobreza endémica que no parece ceder ni siquiera con los índices récord de crecimiento que muestran las estadísticas de la economía colombiana.