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Los años sesenta

Estamos acostumbrados a asociar las revoluciones con hechos violentos de fuerza como...

29 de octubre de 2014 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Estamos acostumbrados a asociar las revoluciones con hechos violentos de fuerza como las tomas sangrientas de los centros de poder (el Palacio de invierno de San Petersburgo en 1917), la destrucción de edificios públicos (la Bastilla en 1789) o las tomas de lugares simbólicos (el palacio presidencial de Cuba en 1959), que inauguran una nueva época a partir de un momento cero, que se convierte en el parteaguas entre el pasado y el “reino milenario” prometido por la revolución. Pero no nos damos cuenta que las revoluciones verdaderamente eficaces están mucho más allá de estas simbologías y ejercen su poder de transformación por vías más sutiles, lentas y profundas.Tal es el caso de lo que ocurrió en el mundo entero alrededor de la década de 1960, sin ejércitos ni balas, sin comandantes ni oficiales, sin tomas ni destrucciones; pero sí con mucha alegría y mucha música. Los lazos tradicionales que vinculaban a los individuos con sus familias o con sus comunidades de origen se rompieron y dieron lugar a una inmensa transformación de las relaciones entre los adultos y los niños, los hombres y las mujeres, las familias y las instituciones, que nadie esperaba, que no figuraba en los proyectos de ningún grupo político, pero que se dio simultáneamente en muchos lugares del planeta.Se trataba, pues, de una revolución cultural de inmensas proporciones. Los países colonizados se rebelaron contra sus metrópolis; las mujeres comenzaron a tener acceso a las universidades y a los puestos públicos; los jóvenes y los universitarios se convirtieron en un grupo social independiente; los negros norteamericanos se rebelaron contra la opresión que habían sufrido durante siglos; los indígenas comenzaron a recuperar la identidad que habían perdido. Y de esta manera numerosos actores sociales irrumpieron en la vida pública.La revolución cultural se acompañó de una revolución sexual con el descubrimiento de los anticonceptivos y los antibióticos contra las enfermedades venéreas. Las mujeres reivindicaron su derecho a disponer de su cuerpo y de su maternidad. Las relaciones de pareja comenzaron a buscar fundamentos distintos a la lógica de los roles tradicionales. La familia entró en crisis. Los hijos ya no encontraban en sus padres modelos inspiradores para construir sus vidas y tuvieron que inventarse otros. Las nuevas culturas juveniles crearon una nueva música y un nuevo estilo de vida.Esta gran revolución nos es presentada en el libro Los años 60. Una revolución en la cultura, que acaba de aparecer en librerías, del historiador Álvaro Tirado Mejía, ya conocido en el mundo académico colombiano por trabajos historiográficos, que han circulado profusamente. No existía un estudio de esta naturaleza que nos permitiera comprender la manera específica como esta revolución mundial se vivió en nuestros marcos nacionales y locales. El autor hace un recorrido exhaustivo por la forma como esta gran transformación se dio en ámbitos como las relaciones internacionales, la economía o la posición de la Iglesia; por la gran irrupción de nuevos ámbitos culturales como la sociología, la nueva historia, la pintura, el teatro y la literatura; por los grandes cambios en las culturas juveniles (la ‘nueva ola’, la canción protesta, el rock, los hippies, Vicky, “Soy rebelde” y el club del clan); y por muchos otros aspectos.No dudo, pues, querido lector, en recomendarle esta obra como lectura para las vacaciones de Navidad que se acercan, no importa su edad. Los más viejitos pueden reconstruir en estas páginas sus viejas andanzas; y los más jóvenes se podrán dar cuenta de la gran revolución de dónde provienen sus padres y sus abuelos; de la que ahora disfrutan, sin tener que cargar con el peso de la culpa que nos tocó soportar a nosotros por querer ser diferentes a nuestros padres.