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Vida y reconciliación

Las víctimas están especialmente entre la ciudadanía y en los sectores populares más indefensos.

18 de septiembre de 2018 Por: Álvaro Guzmán Barney

He leído varias publicaciones académicas sobre el conflicto armado en Colombia. Hay textos muy buenos, muchos de autores nacionales y algunos de autores extranjeros ‘colombianistas’ que han aportado al conocimiento de nuestra realidad. Pero, acabo de leer el texto: ‘La audacia de la paz imperfecta” de Francisco de Roux S.J. que no puede pasar desapercibido entre los colombianos y especialmente en el Valle del Cauca, su patria chica.

El autor conoce muchas de las publicaciones académicas a las que hago referencia. Pero la suya no es una más. Es una reflexión, ante todo ética, sobre el valor de la vida y la reconciliación. Para ello tiene en cuenta los aportes de varios gobiernos, desde Belisario Betancur, pero especialmente lo que hizo Juan Manuel Santos para negociar el conflicto armado con las Farc.

Declara que escribe su libro como católico creyente. Recuerda que se impactó desde su infancia por la desigualdad y la injusticia social. Esto tuvo que ver con su socialización familiar acomodada pero caritativa y argumenta que tomó decisiones de vida que lo acercaron al pueblo y, al mismo tiempo, lo distanciaron por convicción personal, de las alternativas armadas que trata de entender en su libro, pero de ninguna manera justifica.

Su texto tiene por antesala los ocho millones de víctimas del conflicto reciente, la barbarie implicada, la permisividad ante el horror, el clamor del ‘Basta ya’, la necesidad de la reconciliación y la consideración fundamental de que es necesario poner la paz más allá de la política, en el plano ético de la defensa de la vida.

Destaca la importancia de lograr acuerdos entre las partes en conflicto en torno a una agenda de cinco puntos que iniciaron las negociaciones, en octubre de 2012. De allí en adelante, fueron muchos los problemas por resolver, se llegó a momentos de violencia que parecían acabar con las conversaciones, pero se fue avanzando cada vez con una mejor comprensión de que las diferencias políticas se debían resolver en los marcos de un Estado de Derecho que no se ponía en cuestión.

Muy importante, el reconocimiento progresivo entre las partes que negociaron, las decisiones del presidente Santos en momentos críticos y de la misma dirigencia de las Farc, el papel de la comunidad internacional, de las Fuerzas Armadas y de Policía que participaron de las negociaciones, de la Iglesia y especialmente el papel de las víctimas que pudieron presentar sus puntos de vista en La Habana.

Considero que una virtud del texto está en considerar que nos encontramos ante un conflicto social violento en el que ninguna de las partes armadas tiene la verdad y se encuentra exonerada de toda culpa. Es cierto que se defiende el proceso histórico de construcción de un Estado y una sociedad que muestran resultados significativos. Desgraciadamente esto ha sucedido en medio de la violencia.

Las víctimas están especialmente entre la ciudadanía y en los sectores populares más indefensos. Lo que reivindica el texto es la necesidad del reconocimiento del otro y de la vida. La urgencia de reconciliarse. Es la cara optimista de la moneda que tiene también apoyo en distintos sectores sociales.

El padre De Roux ha sido nombrado coordinador de la Comisión de la Verdad. Se puede confiar en que mostrara la complejidad del problema, con el mismo propósito de defensa de la vida y de una sociedad mejor para todos. Hago un llamado para leer el libro. Un amigo común ya fallecido, Álvaro Camacho Guizado, decía que la prueba más clara de la existencia de Dios era que el padre Pacho estaba vivo. Que así sea y que los colombianos tengamos la oportunidad de morir de viejos.