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Universidad distrital y clientelismo

La austeridad debe ser un rasgo de los gobiernos contemporáneos, máxime en una situación de recesión económica como la que se vive con la pandemia.

2 de marzo de 2021 Por: Álvaro Guzmán Barney

La austeridad debe ser un rasgo de los gobiernos contemporáneos, máxime en una situación de recesión económica como la que se vive con la pandemia. Sin embargo, el gasto eficiente y debidamente controlado no parece preocupar a los funcionarios estatales que se refieren una y otra vez a inversiones en billones de pesos cuya ejecución es incierta.

Es preocupante el caso de la Alcaldía de Cali. En medio de las fiestas de diciembre, los ciudadanos quedamos abrumados por la propaganda del plan ‘Puro Corazón por Cali’ que tuvo una impresionante difusión en medios escritos locales y nacionales, en la radio y en noticieros de televisión, a un costo que públicamente no se conoce. Allí se habla de los rubros del Plan de Desarrollo de la ciudad por un monto de 18,1 billones de pesos. En el sector estatal local sólo se hicieron sentir pocas voces de inconformidad como las de la Concejal Diana Rojas y la del candidato a alcalde y concejal el ‘Chontico’ que cuestionaron la aprobación de una partida de $650.000 millones ya que no estaba claramente justificada.

La segunda dimensión del Plan de Desarrollo: “Cali Solidaria por la Vida” cuenta con un presupuesto de un poco más de 11 billones. Involucra un proyecto específico para una ‘Universidad Distrital’ que ya tuvo una inversión de 500 millones durante el primer trimestre del año pasado. El conjunto del Plan es criticable por su lenguaje gaseoso y por el posible manejo que se pueda hacer del presupuesto público, pero me refiero solamente a esta propuesta ya que podría ser beneficiosa para la ciudad pero también puede convertirse en un proyecto que termina haciendo gastos inoficiosos y promoviendo una red clientelar, alrededor de un proyecto universitario.

Es plenamente justificable que se focaliza en las comunas más deprimidas del oriente de la ciudad y en las demandas de sus habitantes por educación, especialmente la técnica y la tecnológica, encadenada con la formación superior profesional que pueden brindar otras universidades. Es lo que se llama un ‘Community College’, de los que hay algunos muy buenos en los Estados Unidos. Una propuesta así implica tener en cuenta lo que se ha avanzado en nuestra ciudad sobre el tema, tanto desde el Sena como desde universidades públicas y privadas locales.

Se requiere saber cual sería el aporte innovador de la propuesta y, este punto es clave, comenzar por consolidar un grupo que lidere la iniciativa con un proyecto exclusivamente académico que salga adelante por su prestancia intelectual. Para no repetir errores del pasado, lo último que se debe hacer es adecuar o construir la infraestructura física.

Un proyecto de estas características es de largo plazo, es necesariamente costoso y debe entroncarse con la institucionalidad universitaria de calidad que ya existe, particularmente la pública, que puede aportar su conocimiento y experiencia. Pero lo que se desprende de la propaganda que se publicó a principios del año, deja dudas sobre el carácter académico del proyecto y lo que puede resultar del mismo.Se encarga su diseño y ejecución a las Secretarias de Gobierno y Educación para la creación de un ‘alma máter’ con una oferta educativa que busque “reconocer el capital simbólico, económico, social, cultural” de la población y que brinde “formación, investigación y gestión del conocimiento”, todo esto mediante un trabajo “intersectorial e interinstitucional, con ciudadanías, gremios y las entidades de educación superior”. Es un lenguaje gaseoso “políticamente correcto” que puede dar lugar a un mal uso de los recursos públicos, en un campo tan necesitado como el de la Educación. Este proyecto, como los demás, requieren veeduría.