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Policía ciudadana

Es muy poco lo que se ha comentado sobre los cambios que debe tener la Policía en el posconflicto.

3 de marzo de 2020 Por: Álvaro Guzmán Barney

Es muy poco lo que se ha comentado sobre los cambios que debe tener la Policía en el posconflicto. Después de más de 50 años de conflicto armado, nos hemos acostumbrado a una Policía militarizada, pendiente de confrontaciones, ya sea con la guerrilla o con los grupos del crimen organizado. La ciudadanía se ha dejado sola para que se entienda y resuelva ella misma los delitos que más la afectan. Esto ha significado que los grupos con mayor poder económico hayan optado por la seguridad privada para proteger sus intereses. Esta forma de seguridad, amparada por la ley, ha crecido enormemente y el número de su personal puede llegar a ser similar o superior al de la Policía.

He conocido una carta que el señor Juan de Dios Restrepo, presidente de la Cámara de Comercio de Cali, le escribe en noviembre de 1919 al Presidente del Concejo Municipal. En ella le ‘encarece’ el aumento de personal del ‘Cuerpo de Serenos’ de la ciudad: “A fin de poder ampliar el radio de vigilancia nocturna y evitar los constantes robos que vienen perpetrándose desde hace algún tiempo y que probablemente aumentarán en lo futuro con la inmigración de elementos nocivos que siempre acuden con solicitud a los centros comerciales e industriales, tan propicios para sus fechorías”.

Es una carta significativa: hace más de cien años, se hace evidente un interés particular en la seguridad ciudadana, que busca, en este caso, una respuesta estatal que se supone debe estar orientada a los intereses públicos de toda la ciudadanía. Aunque excede los alcances del presente artículo, es fundamental también estudiar a fondo el acuerdo del municipio de 1912 para organizar y reglamentar la Policía de Cali. Es destacable la manera como, en el nivel municipal, se percibe la criminalidad y se busca consolidar una institución y un cuerpo de agentes que puedan contrarrestar los: “Constantes robos”.

Han pasado más de 100 años desde la comunicación citada. La criminalidad en la ciudad ha tenido muchos cambios, ha variado sus formas, los medios que utiliza y la letalidad de sus acciones. La época de la violencia no fue un ejemplo de una policía apolítica, por el contrario. Desde 1958 hubo cambios, pero el vínculo de la Policía con intereses particulares se mantuvo y, en el caso de Cali, fueron públicas las relaciones con el Cartel de Cali y más adelante con otros grupos de narcotraficantes.

Hay que reconocer que, en momentos críticos, la institución policial se sometió a reformas promovidas por el Gobierno, introdujo la profesionalización de sus efectivos y la tecnificación de sus actividades. Pero el problema central, que se mantiene, es el de su consolidación como una institución eficiente en la lucha contra la delincuencia y en favor y con el respaldo de la ciudadanía en general.

El representante en Colombia de Naciones Unidas en el tema de los Derechos Humanos tiene razón al sugerir la conveniencia de que la Policía deje de pertenecer al ámbito del Ministerio de Defensa y pase al Ministerio del Interior. Aunque el tema es complejo y requiere mucha discusión, la anterior propuesta no basta y debe complementarse. Se requiere, además, que las alcaldías y las gobernaciones puedan tener una mayor injerencia en la operación de la policía en su jurisdicción.

La centralización pudo justificarse en otra época. Pero creó a la larga una burocracia nacional enorme que no la controla ni el poder ejecutivo. No se puede argumentar que el centralismo es garantía de un manejo eficiente y no corrupto de una institución como ésta. Se requiere crear instancias de participación y formas de control local para una policía ciudadana, como en otros países.