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Balance prospectivo

Un año después del Acuerdo de La Habana, modificado con aportes de distintas fuerzas políticas a raíz de los resultados del plebiscito y hecho público en lo que se conoce como el Acuerdo del Teatro Colón, el balance de la implementación es agridulce. Aparece con nitidez que el Estado, en su conjunto, es reacio a acoger el acuerdo de paz.

12 de diciembre de 2017 Por: Álvaro Guzmán Barney

Un año después del Acuerdo de La Habana, modificado con aportes de distintas fuerzas políticas a raíz de los resultados del plebiscito y hecho público en lo que se conoce como el Acuerdo del Teatro Colón, el balance de la implementación es agridulce. Aparece con nitidez que el Estado, en su conjunto, es reacio a acoger el acuerdo de paz. El tratado no se concibe como un tema estatal, prioritario constitucionalmente, y se ha convertido en un asunto modificable según fuerzas políticas, especialmente las que están en el Congreso y que nunca estuvieron de acuerdo con el proceso de paz con la Farc.

El balance es agridulce cuando se busca sacar de la JEP a sectores civiles que pudieron promover el conflicto armado irregular, especialmente el paramilitarismo y sus acciones de barbarie contra la población civil. También cuando se hacen todo tipo de esfuerzos para anular la posibilidad de que las víctimas, en territorios específicos, puedan tener vocería en el Congreso. También cuando se quiere evitar que miembros de la guerrilla que entregaron las armas, puedan hacer política, razón por principio por la que entraron en el acuerdo de paz. Se los juzga, antes de que hayan transitado por la JEP. En suma, hay evidencias que muestran cómo se quiere echar para atrás un acuerdo de paz que es de interés estatal y de la sociedad colombiana.

Evaluando desapasionadamente, en el año que está por terminar hubo un hecho que se debe destacar sin duda: las Farc cumplieron con la entrega de armas y comenzó el desminado de territorios. De esto se hizo testigo y partícipe a la ONU que, vale la pena también recordarlo, respaldó por unanimidad en el Consejo de Seguridad el proceso de paz y lo consideró único en el mundo por el método seguido para llegar al acuerdo y por el alcance del mismo para contribuir a la democratización de la sociedad colombiana. Desapasionadamente también, se puede decir que el tema de tierras se ha puesto en marcha desde el Estado con dificultades, así como el tema de la erradicación o sustitución de cultivos ilícitos, que en mi opinión es central para que el futuro podamos mostrar otra cara como sociedad ante el mundo. No me parece casual que la reforma política haya caído en un pantano. Tampoco que aparezcan ‘disidencias’ de las Farc que se mantienen en armas, al lado de otros grupos armados.

Se debe destacar, en este contexto, que un sector importante de la sociedad y de los políticos colombianos quiere “hacer trizas” los acuerdos con las Farc. Lo pueden lograr con consecuencias impredecibles. Pero también hay distintas fuerzas que están dispuestas a respaldar los acuerdos de paz y a promover un proceso de democratización de la sociedad colombiana.

Se requiere madurez y desprendimiento para entender las circunstancias de la sociedad colombiana y lograr coaliciones que respalden el Proceso de Paz. El líder que cuenta con la mejor formación y trayectoria, que tiene el talante de estadista que tanto hace falta entre nosotros es Humberto de la Calle. Conoce a fondo lo que se firmó en el Acuerdo y muy importante, con quién se hizo. Es un despropósito opinar que coincide con las iniciativas de las Farc. Es deseable que en los próximos meses Humberto de la Calle pueda salir adelante con propuestas para lograr una sociedad más incluyente, democrática y respetuosa del Estado de Derecho, en una versión liberal y antiautoritaria.