El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Acuerdo Nacional por la Paz

La avalancha de hechos y de contradicciones que se han presentado con la implementación de los acuerdos de paz oscurecen la importancia de lo logrado hasta el momento y el enorme reto que se enfrenta para construir una nueva sociedad, mal llamada del posconflicto.

3 de mayo de 2017 Por: Álvaro Guzmán Barney

La avalancha de hechos y de contradicciones que se han presentado con la implementación de los acuerdos de paz oscurecen la importancia de lo logrado hasta el momento y el enorme reto que se enfrenta para construir una nueva sociedad, mal llamada del posconflicto. Después de más de treinta años de distintos ensayos fallidos, combinados con períodos de cruenta y bárbara confrontación, se lograron los acuerdos de paz con las Farc. Hay que reconocer el aporte inicial del Gobierno de Belisario Betancur. La propuesta, aún hoy difícil de entender, hecha desde el gobierno de Andrés Pastrana y la modalidad de agenda puntual y manejada con discreción emprendida por el presidente Juan Manuel Santos que resultó exitosa, aunque con un final tortuoso.

Se cerró de esta manera un ciclo de conversaciones sobre un conflicto armado profundo, con raíces anteriores que tienen que ver con la exclusión social y política de amplios sectores de la sociedad colombiana. Con un espíritu centrado en los intereses nacionales y en la democratización de la sociedad colombiana, más allá de las diferencias ideológicas y partidistas, hay entonces que reconocer lo avanzado por la sociedad en la superación del conflicto armado con las Farc. Preocupa sobremanera que este reconocimiento no se haga por parte de algunas fuerzas políticas significativas, especialmente el Centro Democrático, que de tiempo atrás ha negado la existencia de un conflicto social subyacente al conflicto armado en Colombia.

Ahora bien, estamos, en este momento, en una nueva fase dominada por la implementación de los acuerdos de paz. No tenemos aún clara la complejidad de esta fase. Tampoco el esfuerzo y compromiso de las partes necesarios para su éxito. Menos aún los tiempos requeridos para que la sociedad colombiana logre no sólo la paz, que es un tema de negociación, sino la convivencia que es un asunto de ordenamiento civilizado de las relaciones sociales. La implementación de los acuerdos de paz requiere de varios gobiernos y de una ciudadanía que capte el momento histórico que atravesamos y apoye los acuerdos y avances logrados que no son el patrimonio exclusivo de un gobierno, sino de la sociedad.

Este primer año es crucial para la implementación de los acuerdos de paz. Pero sus metas comprometen a los próximos gobiernos, por lo menos durante dos períodos, si no son más. La gran inquietud está en saber si se cuenta con la fuerza democratizadora necesaria para apoyar la implementación de los acuerdos, cuando es evidente que un sector de la sociedad tiene interés en desmontarlos. Esta pregunta va a ser más clara a medida que se acerquen las elecciones. Como se puede suponer, cada partido va a promover su propio candidato, pero es fundamental que más allá de las diferencias políticas, se logre entre candidatos un acuerdo por la paz como una meta de interés nacional.

Hace un mes se llevó a cabo en Cali, en el Hotel Intercontinental, una reunión convocada en parte por empresarios para saludar una comisión de verificación de los acuerdos de paz. Estuvieron presentes los expresidentes González de España, Mujica de Uruguay y Samper de Colombia, así como delegados de las Farc. El auditorio era heterogéneo desde el punto de vista social y político. Estaban presentes desde miembros del Partido Conservador, hasta del Comunista, académicos, empresarios, trabajadores, columnistas de opinión. Todos parecían estar de acuerdo con el acto y lo que estaba de por medio. ¿Será posible que, en el nivel local, este mismo tipo de personas pueda promover un Acuerdo Nacional por la Paz?