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Acciones colectivas contenciosas

Como los economistas que usan ‘conceptos duros’ para sus análisis, los sociólogos nos servimos de conceptos que permiten comprender mejor las sociedades modernas.

30 de mayo de 2017 Por: Álvaro Guzmán Barney

Como los economistas que usan ‘conceptos duros’ para sus análisis, los sociólogos nos servimos de conceptos que permiten comprender mejor las sociedades modernas. Uno de ellos es el de acción colectiva que, para autores como Charles Tilly, se pueden explicar por las identidades de los actores involucrados, sus formas de organización, los recursos con que cuentan, las oportunidades políticas que se les presentan y su movilización. La importancia de algunas acciones colectivas es que son contenciosas en relación con los poderes establecidos, especialmente el Estado. Buscan incidir en la sociedad, reivindicando derechos. Es fundamental entender los procesos históricos concretos de desenvolvimiento de la acción colectiva, la medida en que usan la violencia, si logran legitimidad y la forma como finalmente el Estado asimila las demandas. Todo esto para resaltar que últimamente se han presentado localmente tres acciones colectivas muy distintas entre sí, a las que se les debe poner atención para entender por dónde vamos: una marcha indígena que llegó a la ciudad de Cali, un paro en el puerto de Buenaventura y los desmanes públicos de los hinchas del Deportivo Cali y del América.

La marcha de los indígenas tiene actores identificables con tradición histórica, cuentan con niveles de organización social y política que muchos envidiarían, logran identificar las oportunidades que el contexto político les brinda para hacer demandas y cuentan con recursos, materiales y simbólicos, para desarrollar sus formas de acción: una marcha en este caso. Han logrado disciplina y control de la violencia desde dentro y han tenido que resistir violencias externas. Se han legitimado socialmente y marcan un rumbo que la sociedad colombiana debe asimilar.

El paro de Buenaventura es mucho más heterogéneo por los actores involucrados. En gran medida son pobladores que una y otra vez han manifestado su inconformidad por la situación de los servicios públicos, especialmente el agua, los servicios de educación y salud. También son actores que tienen algún nivel de organización y que se identifican como voceros de grupos étnicos, de pequeños comerciantes, viviendistas y también grupos claramente agenciados por los actores políticos que se mueven localmente. Ante una gran inconformidad por la situación que viven, encuentran una oportunidad en las inversiones estatales para el Pacífico y se oponen a que se concentren en la infraestructura, y en aumentar la productividad de un puerto que funciona como un enclave sin aportarle a la comunidad local. Declarado el Paro, no fue posible detener los saqueos, asunto que es lamentable, pero que se entiende (aunque no se justifique) en el marco de la situación del Puerto. Se puede decir que la violencia fue menor que la que se ha podido desencadenar.

Finalmente, nos encontramos con una acción colectiva que parece irracional e injustificable, pero que amerita mayor reflexión. Los actores son los jóvenes de las ‘barras bravas’. Es fundamental entender que son ‘jóvenes’ imbuidos de una manera de ver la vida en la que no importan los riesgos ante las adhesiones absolutas. Pero me temo, acudiendo otra vez a la acción colectiva, que hacen parte de un repertorio mayor en el que juegan la peor parte, en medio de intereses de otros que no están presentes en la escena. ¿Hasta qué punto no son promovidos por la industria del fútbol? ¿Hasta qué punto no reflejan valores culturales de una sociedad ‘paramafiosa’ que los domina, pero a la que le hemos abierto un campo de acción muy grande en la ciudad? La violencia desencadenada es injustificable, pero seguramente se promueve en el medio social más amplio y por adultos.