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Viviendas gratis

Hace algún tiempo, los caleños fuimos notificados sobre la adición de 1.000...

22 de mayo de 2013 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Hace algún tiempo, los caleños fuimos notificados sobre la adición de 1.000 viviendas gratis para las familias más pobres de la ciudad, lo cual significa que en total 8.941 hogares del Valle del Cauca serán beneficiarios de uno de los programas bandera del presidente Santos. Promover el acceso a vivienda digna para familias vulnerables es una política encomiable. Sin embargo, la noticia del ‘premio’ fue recibida con críticas y temores, por no pocos sectores de la ciudadanía.La vivienda es fuente de bienestar y prosperidad. Es refugio y patrimonio. Tiene un valor invaluable para la autoestima de las familias. En el hogar, en las calles del barrio, en los parques, en las escuelas, se inician las amistades, se forjan los valores y se reconoce la importancia de la vida comunitaria. La política de regalar, sin ningún tipo de contraprestación e ignorando la contribución por parte de quienes reciben el beneficio, es inconveniente y contraproducente. Siempre habrá la posibilidad de que las familias participen de este proceso, mediante un pago acorde con su capacidad de ahorro, o durante la construcción, aportando su esfuerzo u obra de mano, lo cual contribuye a promover el sentido de pertenencia. De esta forma la vivienda no será una lotería, será el resultado de un esfuerzo propio y de la familia. Los pobres por carencias económicas, no deben considerarse también pobres de espíritu y de dignidad.En Cali conocemos los resultados adversos de llevar a las familias a un proyecto de vivienda sin haberlas capacitado previamente. Los nuevos habitantes deben aprender a convivir, a acoger y respetar sus vecinos, con quienes tendrán que interactuar. Deben someterse a las normas de convivencia. Y qué decir de los hogares receptores que se convertirán en nuevos vecinos obligados, quienes junto con los afortunados beneficiarios deberán forjar un entorno de convivencia civilizada. Es imperativo preparar a la comunidad receptora, que en la actualidad está presa de fundados temores frente al futuro de su vecindario, y no les faltan razones para estarlo. En definitiva la prosperidad no se logra solamente con ladrillos y cemento, sino con seres humanos con las competencias y herramientas necesarias para aprovechar las oportunidades. Hay varias inquietudes que me asaltan con la construcción de las viviendas. No se ha informado sobre los nuevos cupos de los colegios, necesarios para que los niños estudien cerca de sus hogares, ni de centros de salud, bibliotecas, estaciones de policía, para mencionar solamente algunos complementos necesarios del equipamiento urbano. Es preocupante que las repuestas a estas preguntas lleguen muy tarde, cuando las manifestaciones de los problemas se hayan consumado. El esfuerzo de dar vivienda a los más pobres nos debe llenar de orgullo, en la medida que las familias con su propio esfuerzo, ahorro y trabajo participen, de alguna manera, en el proceso de construcción de su comunidad, contribuyendo al fortalecimiento del capital social; de lo contrario, la delincuencia y la zozobra brotarán como maleza, como ha ocurrido en el pasado.No está en discusión la importancia de una vivienda digna, ni que se otorguen subsidios generosos a los más necesitados. Las transferencias económicas son indispensables para buscar la equidad y la convivencia. Lo que no se justifica es concebir soluciones materiales, ignorando los aspectos sociales. Hasta los más pobres demandan que se les tenga en consideración su participación, en la medida de sus capacidades.