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Segunda etapa

Aún no se ha llegado al final de la primera etapa de esta nefasta pandemia, estamos cruzando los azotes más fuertes de la tormenta.

14 de abril de 2020 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Aún no se ha llegado al final de la primera etapa de esta nefasta pandemia, estamos cruzando los azotes más fuertes de la tormenta, con fundados temores y a oscuras, puesto que aún no existe cura efectiva para este tsunami. Continuamos en el proceso de contenerlo para disminuir su acelerado proceso expansivo y sus efectos letales. Infortunadamente no se trataba de un simple catarro, como dijo el presidente, Trump, quien tiene a su alcance abundantes recursos para estar bien informado. Quizás mintió por motivos políticos. Hoy su país sufre las consecuencias de su insensatez.

Nuestro Presidente, en cambio, juzgó y obró con cordura, estableció la salud de los ciudadanos, como prioridad. Hizo bien en prorrogar la cuarentena, sopesando y consciente de los graves efectos nocivos que tiene la parálisis sobre el empleo, la salud financiera de las empresas y en general sobre el bienestar socioeconómico. La cuarentena decretada congela los ingresos provenientes del trabajo diario, a quienes permanecen acuartelados en sus casas. Si bien el trabajo virtual ayuda parcialmente a continuar algunas actividades, no sustituye al trabajo manufacturado, permitido únicamente para unas pocas actividades esenciales, como los servicios públicos y los concernientes a la salud y la alimentación.

Una vez se logre hasta donde es posible disminuir la propagación y se ejerza un control más efectivo del contagio, pasaremos a la segunda etapa, que va a ser tan dura como la primera o quizás más dura.

Los economistas han tratado de comparar este evento con recesiones económicas anteriores como la del 1998 en Colombia y la del 2009 en los EE.UU., o con la pandemia de la gripe española que dejó una estela de numerosos muertos. Sin embargo, considero que nada es comparable con los estragos económicos, sociales y políticos, que nos va a dejar el coronavirus, tal vez pudiera pensarse que la recesión de 1930 produjo efectos parecidos.

El desempleo es ya muy alto. Muchas empresas grandes, medianas y pequeñas van a tambalear económicamente. Unas cuantas desaparecerán. El Gobierno es consciente de los riesgos y está haciendo todo lo posible para prevenirlos, no obstante, debemos tener en cuenta que sus finanzas también son precarias. Sus ingresos provienen esencialmente del petróleo, el IVA, tributos de las empresas y sus ciudadanos, todos ellos vulnerados. Las pérdidas económicas que produce dos meses de parálisis del aparato productivo y el derrumbe del consumo, debilita la capacidad contributiva, así que la única manera de sustituirlos es endeudándose, lo cual va a producir efectos inflacionarios.

Lo grave del momento es que todos los países están igualmente afectados, la pandemia fue universal, por lo que obtener recursos para recuperar la salud económica va a ser complicado. Temo que el nacionalismo hirsuto y las políticas populistas van a estar en el orden del día.

Para disminuir las perversas consecuencias sociales, producto de una inevitable recesión mundial, se requiere privilegiar la solidaridad, lo que de contera provocaría una mayor equidad. Con el fin de salir lo más pronto posible de esta tragedia, se necesita unión, inteligencia y valor para afrontarla. Bienvenida la crítica razonada y oídos sordos a la que nace del odio o de la mezquindad, de algunos políticos y columnistas.