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Regímenes excluyentes

Una capital fuerte, una provincia débil y una periferia marginada. El futuro político y económico de los colombianos depende en gran medida de sus capacidades y del lugar de su residencia.

19 de febrero de 2019 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

Gran parte de los regímenes latinoamericanos padecen de macrocefalia, una enfermedad que concentra en la capital del país las mayores oportunidades de progresar en las actividades políticas y económicas, con la única excepción del Brasil, razón por la cual existen mega metrópolis como México DF. Este padecimiento facilita que se produzca la corrupción, pues junta en una ciudad la élite política y la económica, una amalgama riesgosa. Concentra valor y manejo de las licitaciones, lo cual facilita las canonjías que fabrican millonarios. El señor Carlos Slim no sería uno de los hombres más ricos del mundo si la sede de su empresa hubiese estado en Monterrey o Guadalajara y no en ciudad de México.

Este sistema de gobierno además de influir sobre las desigualdades socioeconómicas e impedir la equidad, también influye negativamente en el desarrollo. Esa es una de las diferencias fundamentales entre Alemania y Francia, y EE.UU. y Rusia.

Pero veamos Colombia. En Bogotá se concentra el gobierno Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, incluyendo los órganos de control como la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría, más todas las agencias del gobierno, las empresas ‘descentralizadas’, y los órganos nuevos que se establecen. La burocracia del Gobierno Nacional es inmensa, cada una de esas dependencias tiene para su soporte, viceministerios, asistentes, departamentos, etc.

Cuando se crean agencias nuevas que deben velar por el desarrollo de las regiones apartadas donde operaban las Farc, ni se piensa en otra localidad fuera del Distrito Capital. Durante todo el tiempo de su existencia, Colpuertos, a cargo de la operación de los puertos marítimos, estuvo localizada en Bogotá. Esta tendencia centralista es ancestral.

Voy a mencionar únicamente unas pocas consecuencias de esta actitud excluyente. Para las líneas aéreas se trata de un gran negocio. Existen más de 60 vuelos diarios entre Cali y Bogotá, e incluso un número más alto en el caso de Medellín. La capital concentra todas las sedes importantes de las empresas de publicidad, de las firmas de abogados, de las compañías de consultoría, las cúpulas de los gremios, excepto Asocaña, etc.; en la provincia solo existen sucursales u oficinas.

En la capital se desarrolla casi toda la actividad financiera del país, acapara el 50% de los depósitos bancarios. El presupuesto de la ciudad de Bogotá es $25,5 mil millones, le sigue Medellín con $5,2 mil millones, y Cali y Barranquilla con $3,5 mil millones. Los presupuestos son consecuencia de los ingresos de sus ciudadanos. No se pretende igualar los ingresos, las diferencias siempre existirán. Lo perverso es la magnitud de las diferencias y las causas de su existencia.

De las personas designadas en los gabinetes ministeriales de los últimos dos presidentes, solamente una o dos no residían en Bogotá. Para acceder a los altos cargos políticos no se puede vivir en provincia. Es lo lógico, el presidente busca los candidatos entre quienes mejor conoce y los profesionales con referencias suministradas por sus allegados.

La consecuencia: una capital fuerte, una provincia débil y una periferia marginada. El futuro político y económico de los colombianos depende en gran medida de sus capacidades y del lugar de su residencia. La gobernabilidad actual desperdicia un inmenso potencial de desarrollo.