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Prevalecerá la incertidumbre

A pesar de que el presidente Duque ha realizado un trabajo serio y ponderado para contener el coronavirus, siguiendo los lineamientos de los profesionales conocedores del tema.

26 de mayo de 2020 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

A pesar de que el presidente Duque ha realizado un trabajo serio y ponderado para contener el coronavirus, siguiendo los lineamientos de los profesionales conocedores del tema, sin ignorar el nocivo impacto socioeconómico del freno a la actividad económica, la curva de los contagios persiste en su ascenso empinado.

El dilema del confinamiento, versus el libre ejercicio de nuestras libertades, se parece al que sufre la víctima de un atraco cuando el victimario le grita: la bolsa o la vida. El victimario en la actualidad es un virus, cuyos efectos letales no son iguales para todo el mundo, lo cual dificulta el cumplimiento de las normas para contener la contaminación. Los jóvenes se sienten inmunes a sus efectos letales.

El gobierno ha ido cediendo a las demandas de las comunidades que, con razón, se ven acosadas por la falta de ingresos para su subsistencia. A cambio ha establecido unos protocolos para evitar parcialmente la propagación de la pandemia. Desafortunadamente no todos los cumplen a cabalidad. Se requiere convicción y disciplina para acatar las normas, y nuestra sociedad no está habituada a estos comportamientos. Además, buena parte de nuestra comunidad vive en la informalidad, y necesita los ingresos diarios para sobrevivir, practica el rebusque.

La disyuntiva que se le presenta a la autoridad no es nada fácil de resolver, debe satisfacer las solicitudes, entre el derecho a la vida de ciertos grupos más vulnerables y la supervivencia económica de los más pobres. Los promedios estadísticos generales no son adecuados para juzgar la letalidad segmentada.

Además nos enfrentamos, al igual que el resto del mundo, a una recesión económica profunda con desconocimiento de su duración. Las predicciones de los expertos difieren mucho en el tiempo. Unos hablan de que la recuperación será como una V y otros como una U prolongada.
Hablan de que a finales del 2021 estaremos en un nivel económico similar al que teníamos en el 2019, hasta que solo alcanzaríamos esa meta en el 2023.

Como un hecho relevante vale la pena mencionar que un estudio realizado en los EE.UU., acerca de la velocidad recuperación del empleo, después de la pandemia padecida en 1918, comprobó que en las regiones donde se había optado por una intervención más agresiva, coincidían después con la recuperación más acelerada del empleo y el crecimiento. Aparentemente tiene que ver con la recuperación de la confianza. Hoy, en ese mismo país, entre el 30% y el 40% del grupo que aboga por una mayor libertad y las menores restricciones permanecen encerrados en sus casas. La interpretación más evidente es que el temor que los embarga les impide hacer su vida normal.

El miedo es un factor que tendrá una fuerte incidencia en el consumo, puesto que va a mantener una proporción de la población ausente de la vida habitual y por consiguiente con unos patrones de consumo restringidos, posiblemente como en la actualidad. Sin duda, el factor de los ingresos posee un papel determinante, por eso el empleo es fundamental, pero el miedo puede jugar una mala pasada al consumo.

Mientras no exista una vacuna confiable o un tratamiento eficaz para aliviar los efectos del Covid-19, la incertidumbre continuará prevaleciendo por más de que las autoridades suelten las riendas de las restricciones.