El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

La reforma tributaria

Esta política ha producido otro efecto perverso, el incremento de la informalidad. Es económicamente mucho más favorable para las pequeñas y medianas empresas permanecer al margen de la ley que formalizarse.

4 de septiembre de 2018 Por: Alfredo Carvajal Sinisterra

La actual legislación tributaria es una colcha de retazos. Se ha construido mediante frecuentes reformas promovidas por los gobiernos de turno. El último, de Juan Manuel Santos, propuso al Congreso cinco cambios en ocho años de su mandato. El más reciente produjo graves consecuencias, fue uno de los factores que desestimuló la demanda, se aumentó el IVA en tres puntos del 16 % al 19 %.

Las normas existentes son una maraña de disposiciones incomprensibles para un ciudadano dedicado a otros menesteres. Se requiere de expertos en el tema para cumplir la ley. Lo vigente favorece a los consultores, imposible hacer una declaración sin su ayuda.

Pero esto no es el único inconveniente, su orientación ha sido exclusivamente alcabalera para financiar un Estado burocratizado y derrochador, para calificar benévolamente a la tan mencionada corrupción.

Usualmente no se han considerado a fondo dos aspectos fundamentales en dicha legislación; su carácter redistributivo y sus efectos sobre el empleo. Han primado las necesidades económicas del Gobierno Central y la incapacidad administrativa de cobrar. La Dian concentra sus energías en auscultar a los paganinis. Se creó la renta presuntiva que desestimula las inversiones de largo plazo para tranquilizar sus conciencias. Pierda o gane se debe pagar impuesto de renta.

Se prefieren los gravámenes fácilmente controlables como el impuesto a las transacciones bancarias, a las rentas de trabajo y el cobro a las grandes empresas, se han echado de menos las rentas a los ingresos de las personas.

Esta política ha producido otro efecto perverso, el incremento de la informalidad. Es económicamente mucho más favorable para las pequeñas y medianas empresas que producen la inmensa mayoría del empleo, permanecer al margen de la ley que formalizarse, lo cual les crea innumerables trámites y el pago de los impuestos de renta, prediales y parafiscales.

Los impuestos son un tema muy sensible a la opinión pública, por consiguiente, también enciende las alarmas del clima político. Al fin y al cabo, afecta el bolsillo de los ciudadanos. Esta es una de las razones por las cuales los legisladores pendientes de sus votos tratan de evadir la responsabilidad de tomar decisiones impopulares pero necesarias.

Otro de los aspectos prácticamente ignorados es que no solamente importan los recaudos, también es muy importante cómo se gastan, para no producir efectos regresivos que golpeen a los ciudadanos de menores ingresos. El costo de las pensiones en el presupuesto nacional es un tema emblemático de la inequidad.

La falta de estabilidad en las reglas del juego desestimula la inversión. Los empresarios nacionales y extranjeros se quejan de esta incertidumbre que afecta la rentabilidad de sus proyectos.

El Gobierno ha propuesto disminuir la tributación a las empresas para estimular la inversión y por ende el empleo. Nuestros vecinos tienen gravámenes menos onerosos. Hoy las empresas tributa en promedio más del 60 %, teniendo en cuenta los impuestos locales. Vale la pena anotar que para que el fenómeno de la reinversión sea realidad, es necesario desmontar las exenciones, especialmente la referente a los dividendos, y aumentar la tributación en los segmentos altos de las rentas personales. De esta manera se vuelve más atractivo reinvertir que repartir.